Miscelánea de violaciones a la ley 241

Miscelánea de violaciones a la ley 241

DIÓGENES CÉSPEDES
Una de las disposiciones de la ley de tránsito más violadas por los conductores, sean hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y adolescentes es la en doble y redundante señal semiótica prohíbe doblar a la derecha o a la izquierda.

Hay que ver con qué regusto el infractor o la infractora acelera si ven que en línea recta no viene ningún otro vehículo y doblan velozmente a la derecha o la izquierda. O contrariamente, qué placer sienten al ir arrinconando a quien viene en vía recta hasta forzarle a abandonar su carril ante la amenaza de colisión, ya que el violador se ha propuesto doblar tranquilamente a la derecha o a la izquierda, según sea su interés patrimonialista.

Escasos son los sujetos que cumplen con las prohibiciones de NO entrar o de ceder el paso. Escasos son los que observan la piadosa costumbre, aunque no está anotada en la ley 241, de darle derecho de paso a quien va a penetrar desde una calle pequeña a una principal. Si no fuera por esta costumbre, esa persona podría pasarse el día en la esquina sin acceder a la vía principal.

Quienes observamos este género de conducta, a fin de que no nos sorprenda nada humano, nos reímos y gozamos con el afanoso proceder de un tipo de depredador oportunista cuyo empeño mayor es ocupar dos carriles a la vez. Su táctica es obstaculizar al que viene detrás. El violador del código de tránsito tiene por estrategia llegar rápido a su destino. Va saltando su vehículo de un carril a otro para ocupar el espacito que dejan los que van delante.

Este candidato a infarto, derrame o trombosis no sabe que con su conducta acelera prematuramente su muerte. Es verdad que lo único cierto en esta vida es la muerte, pero causársela uno mismo es contribuir, sin obtener ningún beneficio, a que el regulador demográfico universal cumpla su política: que solamente sobrevivan los más inteligentes, no los más violentos.

Los cínicos llegan a la conclusión de que no son necesarios ni útiles a nuestra polis todos estos violadores de las leyes y que, incluso, es necesario que existan para que, por su pronta muerte causada por ellos mismos, la ciudad no tenga que encerrarlos en las cárceles o librarse de ellos mediante la represión de la autoridad. El problema es que en la cárcel son una carga económica para la sociedad y los contribuyentes; y sueltos, una amenaza para las vidas de la ciudadanía ejemplar.

Los infractores e infractoras de la ley 241 se comportan así porque eso es lo que han hecho toda su vida: violar las leyes y las normas sociales de la convivencia. Es el ejemplo que les dan a sus hijos en el hogar y al entorno social donde conviven. De ahí que son procreadores de hijos que también van a violar las leyes, pues lo que hacen sus padres, su modelo, no puede estar mal hecho. La violencia de los procedimientos, la ley del más fuerte será el estandarte de esos hijos e hijas en el porvenir.

Esto explica que ni respeten ni teman a la autoridad. Caso que ilustro con los ejemplos diarios en las intersecciones del tránsito. Existen personas que cuando el agente de tránsito les hace la señal de pare, se violentan y amenazan con echarle el vehículo al agente y airados traspasan la señal semiótica de no morder las rayas de paso de los peatones. A veces el pobre agente abandona raudo y veloz el sitio o se guarece en la isleta más cercana y aunque amonesta al conductor, éste le amenaza con gestos y palabras impublicables. Como nadie oye lo que dice el infractor, ha de intuirse que lo menos que puede verbalizar es la conocida frase de los prepotentes:   ¿Sabe usted a quién ha parado? Voy a hacer que le cancelen.

La línea amarilla continua o doble que prohíbe rebasar es letra muerta en el país. El sofocón por llegar rápido al destino programado por el infractor o la infractora no vale una vida en caso de que lo radicalmente arbitrario de la historia nos conduzca a un desenlace que no esperábamos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas