Misiles contra el comercio libre

Misiles contra el comercio libre

Impasibles y complacientes observan las naciones los tambores de guerra que bate y repercute el «caucus» petrolero norteamericano, en su afán por mantener el control del oro negro en el mundo, sin importarle el daño que ocasiona a la humanidad esa aventura bélica, con la cual pretende mantener el monopolio de la energía, endilgando a la humanidad luto, escasez, destrucción y miseria.

Los radicales islámicos, siguiendo atávicas herencias del patriarca Abraham y enseñanzas del Profeta, ideología fielmente aplicada que incluye lapidaciones y suicidios, defienden denodadamente su creencia, apoyan incondicionalmente sus regímenes, endiosan los emires que mantienen el control de las riquezas petroleras, ponen los jeques a disfrutar plenamente la opulencia que les proporciona vender petróleo monopolizado, mientras sus seguidores se mantienen dispuestos a la guerra y hasta al suicidio para que su régimen perdure.

¿Sabe el ciudadano árabe, venezolano, mexicano y otros habitantes de naciones petroleras, cual sería su situación económica si en vez del gobierno, el jeque o amo de la región donde habitan, cada residente fuese dueño de su predio y de los minerales que contenga el subsuelo de su propiedad? ¿Se imagina la humanidad el precio a que podrían obtenerse los combustibles, si en lugar de unos gobiernos reunidos en conciliábulos, para mantener escasez monopolizando el petróleo, ese mineral se comercializase libremente y sus dueños lo pondrían en el libre mercado para beneficio propio y de consumidores?

Las negociaciones y ejecutorias que realizan los controladores gobiernos, mediante reuniones para establecer cuotas de producción, tienen por finalidad mantener el control gubernamental sobre el producto del trabajo humano, lo que ocasiona pobreza y rebeliones que se escenifican mediante antagonismos y monopolios, como los que se mantienen aquí con la energía, los servicios, las finanzas, la producción y el comercio en general.

Si se eliminan los controles y las leyes impositivas, el control que sobre la comercialización ejercen los monopolios internacionales no tendría efecto alguno en los países que liberalicen su comercio, los combustibles se venderían en el mercado libre (mercado infiel lo llamarían), al precio natural que, por su utilidad, a esa mercancías corresponde en el mundo consumidor.

Toda mercadería tiene su precio en el comercio conforme a su utilidad, nada ni nadie puede alterarlo ni cambiarlo permanente; si se deja a la libre oferta y demanda un artículo, como corresponde, el precio se estabiliza, al no depender su costo de disposiciones gubernamentales ni controles internacionales, sino de la cantidad de trabajo y diligencia que se invierta en su obtención y comercialización; las medidas económicas que los gobiernos imponen, van en desmedro de las oportunidades que necesitan las personas para su progreso.

Hace unos años, Brasil echaba al mar infinidad de sacos de café, para que aumentara el precio de ese artículo en el mercado; parece que ya no lo hace, al no surtir efecto alguno esa medida. Medidas encaminadas a crear escasez para aumentar artificialmente el precio, son simples resabios políticos demagogia de gobernantes que procuran obtener ventajas económicas en desmedro del consumo en las sociedades.

Si fuera posible lograr un aumento en el precio del grano de café o de sus derivados, mediante una escasez artificial, lo mismo podría lograrse con la uva, el vino y otros productos, diligencias temporales fallidas, si no cuentan con el poder monopolítico mundial y apoyo de gobiernos dependientes que las respalden, todo producto toma el precio del mercado conforme a las leyes naturales del comercio; el café mantiene su precio normal, sin importar lo que se haga para mejorarlo o dañarlo; igual el maíz, el trigo, los automóviles, las nueces, las aeronaves, uvas, manzanas, televisores, cámaras fotográficas y todo lo que se comercializa tiene un precio, sujeto a su utilidad y a las leyes naturales de comercialización, como señalara Adam Smith, provocar su escasez es trastornar temporalmente su comercio.

Para que países como el nuestro consuman combustibles a su precio natural, el gobierno, en real ejercicio de soberanía, tiene que permitir su libre comercialización, sin impuestos, sin controles y sin acuerdos con suplidores; eso permitiría el libro flujo de esos productos y su oferta, en abierta competencia y sin controles, haría asequibles los precios en beneficio del consumidor; empresas negociadoras traerían petróleo de todas partes; gas, carbón y sustitutos, se comercializarían a precios de oportunidad, abarrotando el país a cual ofrezca más barato. La libre comercialización es lo único que puede beneficiar los países pobres.

Es importante conocer por qué es tan cara la energía en este país, muchos países no producen petróleo ni sus derivados y compran energía a precios de oportunidad, el monopolio no les afecta, su mercado libre. La población debe saber por qué paga tan alto los servicios, todo servicio depende de la energía disponible y la mayoría de productos consumen energía, factor fundamental en cada actividad productiva y comercial.

Mientras exista la política del control comercial, las naciones pobres han de sufrir el flagelo de la carestía, impuesta desde fuera y apoyada internamente por los gobiernos locales.

No tardará la humanidad en convencerse que los obstáculos al progreso y la prosperidad los imponen los gobiernos, las trabas a la producción y al comercio ocasionan más miseria que las guerras; los intereses creados, incapaces de evolucionar hacia la eficacia que exige la competencia, mantienen tensiones sociales que devienen en guerrillas, en guerra abierta o enfrentamientos entre naciones. Van vienen misiles tratando de coartar la libertad comercial que el mundo pide a gritos.

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