Misión de la crítica

Misión de la crítica

DIÓGENES VALDEZ
Una de las voces más significativas de la poesía dominicana, con posterioridad a la desaparición física de Trujillo (mas no de su forma autoritaria de gobernar), es Miguel Alfonseca, un poeta que con sus trabajos llenó un espacio que fue de ruptura con ese pasado ominoso que todavía no concluye, y porque él, fue un luchador tenaz contra aquel régimen que nos llenó de oprobio.

El también fue un escritor de una importancia capital, porque sentó las bases para poner en orden nuestro jardín, y porque nos ofreció la oportunidad de hablar sobre nosotros mismos, conversar en un plano de altura sobre la producción poética de su tiempo, que es también el nuestro, y ya esto de por sí es un gran logro, porque implícitamente estamos reconociendo que existimos, aunque no nos atrevamos a gritarlo voz en cuello.

Esta conclusión un tanto cartesiana debemos recibirla con beneplácito. Necesariamente, ésto no significa que se esté de acuerdo con todos los conceptos emitidos, pero por encima de cualquier posible disensión, prima una realidad superior, la de que «poetas y críticos» podemos hablar con un deseo altruista, el de sacar a nuestra poesía del marasmo en que se encuentra, porque en sentido general nuestra literatura tiene la calidad suficiente para aventurarse con pasos seguros, por senderos que conduzcan hacia lejanos horizontes y regiones donde el aire agite blasones diferentes a nuestro pabellón cruzado. Nuestra poesía no desmedra en cuanto a calidad, si se la compara con la que se hace en otras latitudes, únicamente ha tenido menos suerte, porque a diferencia de otros creadores, los nuestros no han encontrado en el Estado una mano amiga.Octavio Paz nos recuerda, que la crítica es el punto flaco de la literatura hispanoamericana, pero que crítica y creación viven en una perfecta simbiosis, es decir, que ambas manifestaciones se necesitan para poder existir. A pesar de sus debilidades, la crítica no puede escaparse de lo que es realmente su destino, porque: la misión de la crítica, claro está, no es inventar obras, sino ponerlas en relación: disponerlas, descubrir su posición dentro del conjunto y de acuerdo con las predisposiciones y tendencias de cada una. En este sentido, la crítica tiene una función creadora: inventa una literatura (una perspectiva, un orden) a partir de las obras. Y nosotros repetimos con Paz, que esto es lo que no ha hecho nuestra crítica (Corriente Alterna, Siglo XXI Ed. México, 1972, p.41).

Independientemente de la colaboración que el Estado Dominicano pudiera prestar a los intelectuales criollos, como sería la creación de una editora nacional, nuestra literatura avanza, algunos géneros con más vigor que otros, pero todos con una visión y un sentido positivo. Lo ideal sería que las manifestaciones literarias se ayudasen mutuamente, esta petición alude de una manera muy especial a la crítica vernácula, especialmente aquella que se acerca los textos sólo en busca de mácula y fallas, cuando debería ser todo lo contrario, encontrar los aciertos para ponerlos en altorrelieve.

No deberíamos desaprovechar la ocasión para unir nuestros mejores esfuerzos en aras de una amplia proyección de la literatura dominicana, primero hacia lo interno, para después embarcarnos en una vigorosa cruzada hacia el exterior, porque la calidad de nuestra producción literaria así lo exige.

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