Misión imposible

Misión imposible

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Hace un tiempo, no mucho por cierto, escribí un artículo titulado “Haití, País Inviable”. Y explicaba las razones de mí aseveración. El actual secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), el señor José Miguel Insulza, declaró aquí, en Santo Domingo, hará unos 15 o 20 días, que Haití era “prácticamente un país inviable”. Y, sin lugar a dudas, lo es.

Hablar de ayudar a Haití no sirve de nada si no se dice cómo va a ser la ayuda y de dónde vendrá. Porque la idea de Venezuela, Francia, Canadá y Estados Unidos, de fundir ambas naciones que comparten la Hispaniola, es un sueño burdo y sin sentido. El agua y el aceite jamás podrán unirse. Haití y la República Dominicana son como el agua y el aceite, porque son países separados por la cultura, la religión, el idioma y muchas cosas más.

Ahora, ¿ por qué Haití es un país inviable ? Sencillamente porque el haitiano es el ser humano más depredador que existe. Comenzó depredando en el mismo inicio de su independencia, hace más de 200 años, cuando destruyó las plantaciones de sus entonces amos, los franceses. Luego, con el tiempo, comenzó a talar todo árbol que tuviera a su vista, hasta el extremo que Haití es hoy un país sin árboles. Volar sobre Haití es una experiencia traumática para todo aquel que piense en el futuro, ¡en nuestro futuro!

En Haití apenas hay tierras agrícolas, porque la tala de árboles de montañas y valles, unido a las lluvias, terminó llevándose la fértil tierra a los ríos, de los que ya quedan muy pocos, y al mar, al océano.

Actualmente Haití no produce ni la mitad de la comida que necesitan sus ocho millones de habitantes, muchos de los cuales pasan nuestra frontera a “buscársela” aquí, a como dé lugar, trabajando en las haciendas y en la industria de la construcción, por un salario mucho más bajo que el que habría que pagarle a un dominicano. Y los constructores o los hacendados que cometen tal desaguisado, bien podrían ser tildados de traidores a la patria, porque están haitianizando el país en su propio provecho, sin pensar en el pasado y mucho menos en el futuro.

Y no es que no nos importe el futuro haitiano. ¡ Vaya si nos importa! Pero mucho más, un millón de veces más, nos preocupa el porvenir de nuestro país. Y ahí es que está el detalle, como decía Cantinflas.

Nadie sobre esta tierra puede rehabilitar agrícolamente a Haití, porque sería otra misión imposible, piénsenlo bien, volver a cubrir las montañas de la tierra necesaria. Pero, pongamos que esto se haga. Ya la tierra está en las montañas y los valles haitianos. Pero, ¿ y los árboles que retendrán esa tierra, dónde rayos están ? O sea, con cuatro o cinco buenos aguaceros esa tierra sería arrastrada ineluctablemente a las escasas corrientes de agua dulce que aún allí existen y al mar.

Entonces, ¿ qué hacer ? No podemos pensar en fundar una nueva Liberia ni en mandar haitianos a las tierras semidespobladas de la Guajira venezolana ni a las enormes haciendas norteamericanas, donde la mano de obra es escasa pero, al  mismo tiempo, discriminada. Y mucho más después del ll de septiembre aquel.

Pero algo hay que hacer por Haití, y rápidamente, antes que los bosques dominicanos sigan escuchando el “canto de hacha” de los vecinos…pero en nuestros propios bosques que, dicho sea de paso, desde hace tiempo vienen siendo depredados hasta el extremo que montañas que hace 30 años eran difíciles de escalar, por lo tupido de su vegetación, hoy lucen tan desiertas de árboles como las haitianas. Y ese “canto de hacha” a que hemos hecho referencia, también lo están “entonando” muchos campesinos conuqueros dominicanos que no saben ni remotamente qué cosa es la patria, la patria que podrían perder en pocos años si sigue la cosa como va.

Y la pregunta se impone: ¿Qué se puede hacer por Haití que no sea nada de lo que se ha pensado ni dicho ? Yo tengo una idea fija. A mi juicio, y después de pensarlo mucho, creo que lo único que puede salvar a Haití, y por lo tanto a la República Dominicana, es la conversión del vecino país en… ¡una enorme zona franca!, en la que trabajaría la población haitiana, que cobraría en dólares e importaría su comida en la misma moneda. Habría trabajo para todos, pero habría que asegurarle el mercado a la producción de esa zona franca, visto el hecho de que China, el gigante asiático de política comunista pero de economía capitalista, muy pronto podrá surtir al mundo de centenares de productos a bajo precio, como los textiles y sus derivados, por ejemplo.

No hay otra cosa que hacer, salvo que no se nos tome en cuenta a la hora de las grandes decisiones.

¡Salvemos a Haití y a los haitianos de la debacle y una posible desaparición del país como nación libre e independiente! Y salvándolo, estaremos también salvando a nuestro país.

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