Misión por la memoria Madres del 1J4         

Misión por la memoria Madres del 1J4         

La dignidad selló el homenaje a las madres del 1J4 en la Feria del Libro. Sus familiares  expresaron satisfacción por el reconocimiento, reivindicando el estímulo hogareño a la militancia verdinegra por cientos de madres, muchas sobrevivientes, como doña Manuelita Aristy, doña María Magdalena Rosario viuda Mazara y (doña Teide) Arateide Guerrero viuda Paniagua.

Estampa viva de La Romana revolucionaria, siempre con dignidad, asistió doña Catalina Pons, viuda Batlle, quien relató con fluidez el ambiente del centro operativo de su casa para el catorcismo y demás grupos políticos, sin exclusión.

Su hija Milagros Batlle, la viuda de Virgilio Perdomo, agregó testimonios del sufrimiento en la familia, con relatos de momentos dramáticos.

La valoración del acto fue iniciada por la doctora Acacia Mercedes, recordando las tensiones en la casa de su madre, doña Pancha, en El Seybo. Su complueblana Mireya Mazara completó el panorama de El Seybo, matizado por la represión. Sobrecogió el ambiente  al hablar de una gloria entre los gloriosos: Orlando Mazara.Antonio Lopez-Caro evocó la dinámica catorcista donde doña Felicia, su querida madre en la Palo Hincado.

Federico Lalane, luego de recordar brevemente la brega cotidiana de doña Elisa, hizo énfasis en la consagración a la causa abrazada por su hermano Giordano (Papilo).

Asistió casi toda la familia Bujosa Mieses relatando El Chino lo que hacía doña Marina, siempre dulce. Igual ambiente emanado por 1J4 subversivo se vivía donde doña Luz Cabrera, cuya mayoría de hijos asistió al acto, hablando Norma Vásquez, símbolo de la lealtad catorcista. La memoria de doña Francia Cisneros, la irreductible dirigente de la Federación de Mujeres, fue simbolizada por su familiares. Lo propio hizo Gladis Cerón Polanco  por la incansable doña Rosa.   

El homenaje se hizo extensivo a centenares de madres del 1J4, sobrevivientes y fallecidas, por el sacrificio de sus hijos y esposos y su integración personal en la causa del pueblo.

Francisca Medrano Ubiera (doña Pancha). Hija de una familia terrateniente, procreó 11 hijos con su esposo  Hermógenes  Mercedes. El Seybo fue su tierra natal. Su casa provincial  registró alta temperatura política desde los tiempos de la tiranía trujillista.

Sus hijos Alfredo, Adolfo (Fifo) y Angel Julio (Cacori),  Alfidita, Acacia y Mary se integraron muy jóvenes al Movimiento Revolucionario 14 de Junio desde antes de venir  a residir al Ensanche Ozama, en la calle Club Rotario No. 62, donde siempre hubo un intenso activismo catorcista.

Connotados miembros del Buró militar del 14 de Junio pasaron meses y se reunían en la casa de doña Pancha en distintas etapas.

Alentada por Manolo Tavárez, la familia Mercedes Medrano fue un sello del catorcismo histórico verdinegro que nunca dejó de latir en El Seybo,

Doña Altagracia (Tatá) Iglesias, viuda Lora. El perfil hostosiano y de maestra destacada consagró a doña Tatá Iglesias de Lora como “una de las más importantes educadoras de Santiago”, según José Mercader, quien fuera alumno  de la madre de Huchi, Junio y Josefina Lora Iglesias, la guerrillera del frente armado que operó en las lomas de Bonao.

Articulista de frecuente publicación (en los vespertinos El Nacional y en La Noticia), doña Tatá cultivó su numerosa lectoría por el contenido de sus escritos, certera transmisión de su pensamiento, y su estilo depurado con un impecable ejercicio de la gramática.  Pero lo fuerte era la militante ciudadanía de esa gran mujer.

Dice José Mercader que sus alumnos “la recuerdan con el inmenso cariño y admiración hacia alguien que se daba por entero con sus discípulos en el Liceo de la Normal, llamado luego Ulises Francisco Espaillat, de la calle 16 de agosto, posteriormente denominado Liceo Onésimo Jiménez”.

Doña Marina Mieses de Bujosa. Cuando cobró auge el proyecto Juventud Democrática (1946-47) y la resistencia al trujillato, trascendió sigilosamente Rafael (Cocuyo) Mieses, hermano de doña Marina.

Con otros connotados militantes, Cocuyo fue un incansable opositor durante más de una década, hasta que lo desaparecieron  con una ejecución sin rastro como estilaba la tiranía. También fue preso político antitrujillista su hijo mayor, Benjamín Bujosa (Papi), ejemplo para sus  hermanos Ita, Chino, Guillermina, Sagrada y Generoso.

Antes y después de decapitado el régimen, los acerados ideales de doña Marina hicieron que convirtiera su hogar en techo de un activismo permanente.

Doña Marina fue siempre dulce, tranquila y bondadosa, en un hogar humilde, donde la comida alcanzaba para el visitante y cuantos  la necesitaban en la cárcel o en un hospital. Siempre con el soporte del trabajo de su esposo Benjamín Bujosa.

Doña Chea Rancier, viuda Minaya. Su casa fue centro de operaciones del 1J4 en la 30 de marzo y en la 16 de agosto de Santiago. Luego en el kilómetro 8 de “La Duarte” en Santo Domingo.

Muralla del afán y del sufrimiento, Mercedes Rancier viuda Minaya, doña Chea, padeció la cotidianidad de una decisión vertical de su esposo Rafael Minaya Fernández, Ponono, una columna moral de las que caracterizó el alzamiento armado orientado a restablecer la Constitución de 1963, malograda por el golpe de Estado cívico-militar del 25 de septiembre.

El ambiente preinsurreccional en Santiago atizó la dinámica de Davisito Jacobo, Homero Herrera, José y Saulio  Saleta, Cuqui y Pedro Batista, José Mauricio Estrella, René Mayoll, Marcelo Bermúdez y otros, a pesar   del aplazamiento de 4 días por la muerte del presidente estadounidense J. F. Kennedy.

Luego emergió el dolor con la muerte de Fonsito Marte Aguayo, Enriquito Almánzar, Rubén y Muni Díaz Moreno, Domingo Sánchez Bisonó, Antonio Filón  (Manchao), Adolfo González (La Yerba) y Danielito Fernández.

Doña Chea, “La viuda”, sobrevivió desafiando el sufrimiento, sin descanso en los pedales de  su máquina de coser.

Día a día, noche a noche, fue la de nunca acabar, acabando con su vida.

Doña Rosa Polanco, viuda Cerón. Sonrisa y sufrimiento permanente matizaron  el rostro de doña Rosa Polanco, cuyo suspenso emocional durante años perdió el pulso con la muerte a tiros de su hijo, el héroe Ulises Cerón Polanco. 

El corre corre en la incertidumbre, bajo el asecho del siguiente percance o la balacera inesperada.

Doña Rosa Polanco dimensionó el trance sin esperanza, pueblo abajo, pueblo arriba, atenta a la persecución pisada por pisada  de su palmero Ulises y de la Chuta, y de   dos más, Virgilio y Amaury: los cuatro palmeros caídos con el brillo de sus estrellas en las frentes.

Heroína vapuleada en el sacrificio, que atrapó también a su esposo Gregorio,  doña Rosa Polanco nunca pactó tregua con su contingencia.

Entre San Carlos, la Manuela Diez, en la calle La Guardia 35, hasta el sector Juan Pablo Duarte: fue un viacrucis de angustias que doña Rosa resistió con su perenne sonrisa.

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