Misiones imposibles

Misiones imposibles

LUIS FCO. OVIEDO MOQUETE
Nuestra vida tiene misiones que cumplir y la claridad en las mismas, en la mayoría de las veces, es lo que constituye la diferencia entre el triunfo y el fracaso de nuestros proyectos. En nuestro país de esta media isla moribunda las misiones como país han sido en gran medida fracasos, pues a pesar de tener logros tangibles en aspectos como Telecomunicaciones, juegos, proyección internacional, exportación de cerebros y jugadores, la verdad es que organismos internacionales nos han calificado como “estado fallido”. Nuestras misiones, en otras palabras han sido imposibles, evocando aquella famosa serie de televisión de los años 70 y que ahora nos llega recreado en el cine con una tercera generación.

La razón por la cual las misiones de país se hacen imposibles en nuestro país es en gran parte motivada por el accionar de los partidos políticos, con los cambios que se dan cada cuatro años (no importa que se reelija o no). Es necesario decirlo una vez más: no hay proyecto de nación, no hay misión que se respete de un cuatrienio al otro. Cada partido que accede al poder sustituye y barre con su esencia, no importando su bonanza o defecto. Esto tiene su razón de ser, la misión práctica de estos se centra en la mejoría de sus socios y allegados, y esa si es posible, claro, y se mantiene por cuatro años, tras lo cual vienen las aspiraciones, apetencias y misiones personales de nuevo para mantener el status a que llegó. Así seguimos en el mismo círculo vicioso.

La situación que se da es clara: en los reglamentos y estatutos de los partidos, encontrará seguramente descrita su misión, que casi preconiza el bienestar común, pero la que al ser analizada ya al final de la gestión, sale a relucir la imposibilidad de realizarla por las históricas razones que enumeramos antes, es decir se convirtieron en proyectos particulares donde unos vivos invirtieron un capital para después sacarlo con creces y salen más millonarios. Esta es la retranca más grande para la república y así seguimos postergando soluciones a los grandes problemas que nos arropan.

Con todo y el encabezado de este artículo, los ciudadanos tenemos en derecho a exigir que cese por siempre este fatalismo y que nos esforcemos por revertir esa situación, si es que hay tiempo. Hay que agruparse y unirse en un núcleo auténtico que elabore un proyecto de nación con objetivos y misión inviolables, con mecanismos constitucionales que obliguen a las instancias encargadas a ponerlas en práctica sin importar los personajes ni los sectores que estén involucrados en el proceso. Tenemos que buscar soluciones a esta inconsistencia que se produce cada cuatro años.

Estamos de acuerdo en que los partidos políticos son las armas estratégicas que posibilitan el ejercicio de la democracia, pero ya estos en nuestro medio se han convertido en verdaderas empresas con socios, capital y todo. Las ideologías fueron mandadas al carajo. Es hora de que cambiemos y que las misiones con las que juegan a diario y que están escritas en los postulados de los mismos, sean desempolvadas y puestas en vigencia. No es posible, para citar una consecuencia de esa práctica, que la única condición que exija un partido para lanzar un candidato, sea que posea medios económicos para costear la misma, que ronda por varios millones para un simple cargo de regidor. Así tenemos el ejemplo reciente de la aprobación vergonzante de leyes al vapor y de forma desesperada.

En la situación que nos toca vivir quizás sería conveniente y ya necesario, desempolvar la polémica tesis enarbolada por el prócer de La Vega, cuando hastiado de tanta corrupción y prácticas malsanas, postuló la imposibilidad de tener una democracia pura en un pueblo sin educación, inmaduro y sometido por siglos al chantaje de los grupos políticos de poder y enarboló su tesis de la Dictadura con Apoyo Popular. Es hora de hacer un gobierno que por sobre todas las cosas enarbole la solución sin interrupciones cada cuatro años de los problemas de salud, trabajo, educación y patriotismo que son los pilares del progreso. Mientras no se aborden estos, y en primer peldaño la educación, nuestras misiones nobles serán imposibles.

Las modificaciones a la Constitución, de lo que se está hablando ahora, y que han sido llevadas y traídas en el pasado para atender intereses particulares, deben llegar y en esta ocasión, debe ser producto de un debate serio y en el que participen todos los sectores sensatos. Entre las cosas que tenemos que enmendar es el absurdo programa de elecciones cada dos años, lo que constituye un verdadero trauma y gastos injustificables para un país que no puede hacer ni una letrina si no es con un préstamo. Esta lamentable pérdida de tiempo no se puede tolerar más. Así terminaríamos con una cantidad de comerciantes y delincuentes disfrazados de políticos que son los que interfieren la sana participación de los ciudadanos decentes. Debemos con esas modificaciones establecer de una vez por todas los períodos presidenciales, congresuales y municipales de seis años y las elecciones en el mismo día, con no más de tres meses de campaña electoral y que la toma de posesión sea hecha al día siguiente de la proclamación oficial de los candidatos. No hay ninguna razón lógica para una transición como la que nos impusieron regímenes corruptos. Empecemos con estas medidas a limpiar el proceso, dándole menos chance a los que se aprovechan de la situación actual y veremos como empezamos a hacer posible las misiones que nos tracemos. También deberemos eliminar la millonaria tajada que se suministra a los partidos y entelequias políticas. El aspecto reelección no le vemos relevancia. No perdamos más el tiempo, vamos a revertir las misiones imposibles que nos acompañan. 

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