Mientras estamos dormidos nuestra actividad psíquica continúa su marcha sin ninguna interrupción. El cerebro sigue “trabajando dormido”, en algunos aspectos mucho mejor que durante la vigilia, pues no tiene el freno de la atención consciente del sujeto. Artistas, escritores y poetas, despiertan súbitamente con ideas, detalladas y completas, de las obras que debían realizar. Estando despiertos, no acertaban con el camino adecuado; dormidos y sin intentarlo, llegaban a las puertas de la solución de sus enigmas estéticos, literarios, de pensamiento. El controvertido psicólogo Sigmund Freud puso de moda, en el siglo pasado, la llamada “interpretación de los sueños”. Pero los sueños se han soñado e interpretado desde la antigüedad.
Baste con citar los terribles sueños del faraón y las interpretaciones de José, el judío hijo de Jacob establecido en Egipto. Este “sueñologo” bíblico interpretaba aquellos sueños sin recurrir a la “sexualidad reprimida” del faraón. En la Grecia antigua, los intérpretes del oráculo confiaban en “revelaciones” obtenidas mientras dormían en el interior del templo. Matemáticos y físicos, han resuelto complicados cálculos al salir de sueños profundos. Lo han atribuido a las virtudes del descanso, a la forzada salida de la rutina, a la marcha libre de la rueda del pensamiento. También a “la casualidad”. Haber visto un perro sentado en las patas de atrás, puede sugerirles “dos números ocultos” a partir del cuatro.
Cualquier cosa que veamos antes de irnos a la cama podría “inducir” sueños de varias clases: premonitorios, aclaratorios, angustiosos, liberadores, sensuales, intelectuales o “turísticos”, e incluso “de lotería”. El sueño es “reparador”, como siempre se ha dicho; además, es creador y “completivo”, tanto del razonamiento como de la intuición. Ahora los neuro-científicos se han “adueñado” del sueño. Han reclamado un territorio que antes sólo visitaban psicólogos especulativos y poetas herederos de William Blake.
Han tardado siglos en aproximarse, con espíritu aristotélico, a un asunto que consideraban privativo de la magia. Los sueños de los que sueñan -en los países avanzados de Europa- terminarán siendo depositados en memorias electrónicas. Luego serán “descodificados”, exprimidos o “cedaceados”, para desentrañar su significado económico, político, literario o filosófico. Es probable que soñar pierda ese carácter primitivo que todavía conserva; y que adquiera un nuevo prestigio científico, técnico, intelectual.