Mito, creencias y muerte

Mito, creencias y muerte

Distinta a muchas otras especies animales, la humana presenta características que la distancian grandemente de las demás. Una de dichas peculiaridades es la de que siempre tratamos de darle una explicación a los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor.  

No siempre la respuesta  se  enmarca dentro de la lógica por lo que el exponente condiciona el relato de su interpretación a que a priori se le crea, o por lo menos le demos un voto de aceptación.  Uno de los temas que genera el mayor número de especulaciones en la población es el de las circunstancias que rodean una muerte.

Afirma un amigo de la línea noroestana que un rico hacendado puertoplateño viajaba por las costas de Estero Hondo en un flamante carro Mercedes Benz cuando de repente se le apareció en medio de la carretera un individuo, quien  le pidió lo encaminara hasta el municipio de El Mamey. El chofer y dueño del vehículo se negó a complacer la solicitud del desconocido; el transeúnte reaccionó diciéndole que le probaría que a pie llegaría primero a la casa del ricachón.

La gran sorpresa del hombre fuerte de la zona al arribar a su hogar fue encontrar sentado en la galería de su casa a la persona que le había pedido el favor. No sabiendo qué hacer ante semejante situación, el don solo atinó a ordenar a la esposa que preparara café para el extraño visitante. No bien terminado de hablarle a su mujer notó de repente que el extraño había desaparecido como por encanto.

A partir de ese momento el hacendado enfermó, por lo que visitó decenas de médicos sin que ninguno de ellos pudiera restablecerle su estado de salud. Finalmente, ya desesperado optó por ver a un curandero, el cual le explicó que su mal provenía de la negativa a montar el siniestro pasajero. Agregó que la única forma de sanar era si volvía a encontrarse con el caminante aquel y le pedía excusa. Puesto que nunca logró ver de nuevo al hombre misterioso  vino a ser la muerte quien puso fin a ese prolongado y crónico martirio que arropó al personaje del cuento.  Dicen que fue mucha la sangre que purgó el cadáver antes de que se le diera cristiana sepultura. Ese relato contemporáneo nos recuerda la narrativa de los abuelos los cuales defendían la supuesta veracidad de las historias que a su vez le habían inculcado sus antecesores. Hemos escuchado de los chupa cabras, de las imágenes de vírgenes y santos que supuestamente aparecen pintadas en las paredes de los edificios, así como la de muertos que deambulan penando por caminos y carreteras. 

El mito, la superstición y las creencias en espíritus y demonios han plagado la humanidad desde tiempo inmemorial. Tanto en oriente como en occidente se llenan volúmenes con historias fantásticas tales como las contenidas en la mitología griega, en las mil y una noche, así como en los centenares de cuentos criollos que abundan por doquier. Con suma frecuencia  en la práctica médico forense nos encontramos con personas que juran y perjuran que el deceso de su familiar se debió a un mal insertado en el cuerpo del occiso por algún brujo que actuaba por encargo.

Convencer a esa gente de lo contrario, aún mostrándole las evidencias de enfermedades tan comunes como la tuberculosis o la cirrosis del hígado es casi tiempo perdido. Las creencias y el mito insistirán en achacarle la muerte a la fatídica maldición de un vecino, o a la venganza de un esfumado caminante como el del cuento.

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