Mito de autosuficiencia ha seguido en caída libre

Mito de autosuficiencia ha seguido en caída libre

La importación de alimentos como productos terminados y de una amplia gama de materias primas para limitadas industrializaciones locales de valor agregado se han prestado para describir al país con poco fundamento como bastándose para abastecer consumos masivos. Faltando a la verdad se pone a dominicanos a comer arroz sin precisión de origen en el etiquetado a partir de un hecho muy criticado: el cereal de la preferencia culinaria nacional está siendo importando masivamente con autorización oficial a las propias factorías, esas que en un corto lapso trajeron del exterior cuatro millones de quintales mucho antes de que comenzara, precisamente ayer, la supresión de aranceles en el marco del DR-CAFTA vaticinado como el comienzo de la destrucción de este cultivo en campos dominicanos. Sin que el pacto comenzara a hacer daños, el año pasado se reportó la caída de la producción local del grano en más de 13 millones de quintales. Pero además, por cada tres cebollas o ajos que llegan a las cocinas dominicanas, dos proceden de otras tierras.

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Con el pretexto de estabilizar precios con traídas no informadas de agroproductos para beneficiar intereses privilegiados se golpea por partida doble a zonas agrícolas nacionales incluyendo la acorralada de las habichuelas de San Juan y crecientemente se saca del mercado a los distribuidores formalmente establecidos y que pagan impuestos. La autosuficiencia es un mito que no se queda ahí: ocurre cíclicamente con la importación de azúcar que solo se permite a los ingenios que a nadie dicen con qué, claramente los dominicanos están endulzado su vida. Las marcas registradas de la mayoría de los patentizados farmacéuticos pueden hacer pensar que República Dominicana es una potencia farmacéutica cuando lo cierto es que con esto de los incentivos y exenciones para proteger una industria fundamental para la salud, el mercado está más que lleno de medicamentos «made in Dominican Repúblic» pero meramente envasados -sin uso de fórmulas químicas criolla alguna- y con vidrios, plásticos y cartones que también pasan por aduanas sin aportes al fisco. ¡Qué paisote!

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