SERGIO SARITA VALDEZ
En la jerga psiquiátrica se considera como mitómana aquella persona que se inventa historias que parecen realidad con la finalidad de hacerse sentir importante. Sin embargo, de esa forma no podrían ser catalogados algunos hombres y las mujeres como los de la antigua Grecia y Roma que vivieron muchos siglos antes del comienzo de nuestra era cristiana. Ellos inventaron el mito de sus deidades en las cuales ponían toda su fe y energías al realizar sus obras.
Nos dice Jean-Jacques Wunenburger, en el prólogo al libro Qué es un mito, escrito por Hugo Francisco Bauza, lo siguiente: Los mitos constituyen un tipo específico de relatos, poblados de personajes irreales, de episodios dramáticos, con interpretaciones múltiples- religiosas o no- que pueden maravillarnos, intrigarnos, consolarnos, darnos pautas, ayudarnos a encontrar sentido a lo que nos sucede. Durante largo tiempo, los mitos han estado reducidos al lenguaje de los otros, al de nuestros ancestros o al de sociedades tradicionales. En el presente, aceptamos con más facilidad documentos y modelos de ciencias humanas que las apoyan, que los mitos que se manifiestan en las artes, atravesando nuestras instituciones y orientando nuestras políticas y nuestras técnicas.
El Diccionario de la lengua española define el mito como una Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad. Asegura Francisco Bauza que El mithos-al igual que el logos- pretende también expresar una imagen del mundo, aunque a su manera; para ello desafía la razón lógica con el fin de provocar un quiebre en los razonamientos habituales y, a través de ellos, acceder al conocimiento: frente al camino de la razón, el mito propone un camino alternativo.
De acuerdo a Bauza, en sus orígenes las leyendas mitológicas se expresaban en forma oral y por lo tanto eran pasadas de generación en generación como una tradición. Luego cuando empezaron a escribirse perdieron gestos y entonaciones que no podían codificarse sobre el papel. La ventaja era que no había que memorizar ni se alteraba el contenido con el pasar del tiempo. En ese entonces se pensaba memorizando, a diferencia del pensamiento científico en donde la persona va analizando, interrogando y derivando conclusiones, tal cual hacía Sócrates. Acota Francisco: mitos y logos son dos formas de lenguaje que competen al hombre y ninguna de ellas puede ser desechada sin que se altere su naturaleza. El anthropos es un ser anfibio, en tanto que deambula en dos mundos, el diurno (de naturaleza lógico- racional) y el de las ensoñaciones nocturnas, donde habitan los sueños, los símbolos, las alucinaciones y las imágenes arquetípicas.
Refiere el autor que en la pos-modernidad parece haber un retorno a lo mitológico, o más bien se ha traducido en una mezcla entre realidad y fantasía.
Textualmente dice Hugo Bauza: La posmodernidad se ha fragmentado al extremo de ser vista como un espejo roto, lo que propone una pluralidad de lecturas y puntos de vista, en desmedro de la lectio <<pretendidamente unívoco>> de los tiempos modernos en los que, tras el opacamiento de la divinidad, resurgió un antropocentrismo donde el hombre – en un desmedido anhelo fáustico- intenta erigirse en el centro de la creación.
Concluye el libro diciendo: Las dos guerras mundiales han interrumpido el diálogo que la humanidad mantenía consigo misma. C. Pavese, P. Levi, H. Arendt, J. Semprún, G. Agamben y otros que lograron retornar de un mundo de sombras destacan la imperiosa necesidad de reconstruir ese diálogo, pero en esa tarea inexcusable- subrayan- debe escucharse no sólo con el oído, sino también con el corazón. En ese cometido, la atención, tanto al mythos cuanto al logos, se impone como un punto de partida no excluyente, sino integrador de las diferentes circunstancias que competen al género humano.
Soñar no cuesta tanto pero suele salir caro, especialmente cuando no tenemos los pies plantados sobre la tierra, los ojos abarcando todos los alrededores y los oídos prestos a escuchar con el corazón a los millones de hermanos y hermanas que parecen no tener quien le oiga sus urgentes aunque crónicos reclamos de pan, seguridad, paz y justicia.
Hagamos de nuestro mundo virtual otro distinto pero real, que sea cada día más humanizante y menos cruel, donde tampoco tengamos dolorosamente que verificar a través de los diarios que no se trató de un relato mítico la noticia de que matamos un animal doméstico de hambre y sed, o talvez peor, a palos.