Mitos más comunes de violencia intrafamiliar, según el libro del Dr. Lino Romero

Mitos más comunes de violencia intrafamiliar, según el libro del Dr. Lino Romero

ACLARACIÓN.  En mi artículo del pasado sábado 8, debido a un lapso al leer el pasaje del Dr. Romero acerca de la comparación entre la violencia en Estados Unidos y nuestro país, dije que el país más violento del mundo era Norteamérica. Lo es, pero entre los países más industrializados del planeta. Entre los países emergentes, el más violento del mundo es África del Sur. Le sigue Brasil. Y entre los que están en vías de desarrollo, Venezuela y Colombia. A esos dos, la República Dominicana podría disputarles el título en breve, de seguir la situación como va.

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Para los pacientes que van al consultorio, el capítulo 21 se plantea, y da respuesta, a las preguntas más frecuentes en los casos de violencia intrafamiliar. Expuestas en el libro, todos los lectores tienen acceso a este conocimiento que de otra manera se hubiera quedado en el dominio de lo particular privado.

En el capítulo 22, el Dr. Romero estudia los once mitos más comunes acerca de la violencia intrafamiliar. Antes que nada, él define lo que es mito: “una historia o narración que falsamente alude a hechos significativos de un grupo social.” (p. 221)

Muy cierto, como historia o narración, el mito es un discurso que libera sentidos acerca de esos hechos que fueron, en el pasado, muy significativos para la comunidad que los asume. Pero no son discursos falsos, sino creencias que para los miembros de la comunidad funcionan como verdades. El rasgo pertinente de una creencia no es que sea falsa, sino que es una afirmación sin prueba. La ciencia o sus disciplinas afines no trabajan sin pruebas. Por esta razón, la creencia en mitos puede llevar a un sujeto o a una comunidad al desastre y raras veces a la salvación, al igual que los mitos sobre la violencia intrafamiliar, toda vez que un mito sin práctica es imposible. Un ejemplo: A finales del siglo XIX y principio del XX los intelectuales e ideólogos de Alemania crearon el mito de la superioridad racial de ese país frente a las demás naciones del mundo. Hitler llevó a los alemanes a la práctica de esa creencia y ambos desataron la Segunda Guerra Mundial y fueron al desastre. Hoy, Alemania, luego de la derrota de 1945 se ha forjado una superioridad industrial y tecnológica con respecto al resto de países de Europa. Ojalá que los alemanes hayan aprendido la lección del mito de la superioridad racial como creencia sin prueba.

Los indios taínos con sus mitos asumidos como creencias verdaderas, y los indios de lo que hoy es Norteamérica, los de los imperios maya, azteca e inca con los suyos, no pudieron salvar a su respectivo pueblo de la derrota total del colonizador español, inglés o portugués.

Claro, para 1580 a los taínos del Caribe les exterminó totalmente el colonizador español, pero a las tribus de Norteamérica, a los incas, mayas y aztecas no les pudieron aniquilar totalmente dado lo dilatado de su territorio, donde todavía a principio del siglo XX ningún explorador había podido llegar a Machu Pichu. Esto salvó de la muerte total a aquellos indígenas que hoy pasan de decenas de millones, amén del reducido número de conquistadores españoles, ingleses o portugueses que no pudieron dominar aquellos vastos territorios y se limitaron a domeñar primero la geografía costera. 

Ofrezco, por orden jerárquico, los mitos más comunes sobre la violencia intrafamiliar que, según el Dr. Romero, circulan en esta y otras sociedades de nuestro planeta. Número 1): La violencia intrafamiliar solo ocurre en un pequeño número de mujeres; 2) La violencia intrafamiliar solamente ocurre lejos de nuestro hogar y de nuestros amigos y nunca en nuestro vecindario; 3) En las clases media y rica no existe la violencia intrafamiliar; 4) Las mujeres de algunas razas no son maltratadas; 5) Las mujeres abusadas no pueden dejar su hogar porque carecen de recursos para hacerlo; 6) Muchas mujeres se mantienen en la relación autodestructiva no porque disfrutan de ser abusadas y maltratadas, sino porque sufren de severos trastornos psicoemocionales y por lo tanto no tienen la capacidad mental requerida para tomar la decisión de abandonar la relación abusiva; 7) Las mujeres provocan a los hombres, y por eso ellas “se merecen” ser golpeadas y maltratadas, puesto que le llevan a la desesperación y por eso él abusa de ellas; 8) Es cierto que tanto los hombres como las mujeres deben ser responsables de sus propias acciones, pero la culpa debe ser colocada en la víctima del abuso físico, sexual, psicológico, es decir, en la mujer; 9) Las mujeres no salen de las relaciones con su pareja maltratadora porque no quieren; 10) La mujer que sale de la relación de maltrato en que la tiene su pareja abusadora no corre el riesgo de ser asesinada; y 11) Los hombres abusadores pueden cambiar fácilmente.

El Dr. Romero cumple con la tarea de situar la ideología y la política de estos mitos o  creencias y demuestra que benefician solamente al hombre abusador y violador hasta de sus propios hijos. Y, digo yo, ese beneficio individual, por vía de consecuencia, reproduce al infinito la sociedad patriarcal, clientelista y patrimonialista, al Estado y a las instituciones que lo auxilian en la tarea de garantizar el mantenimiento del orden en que se fundamenta el sistema social y su dominación de los sujetos.

En el capítulo 23 se encomia el trabajo realizado por la organización no gubernamental PROFAMILIA, dirigida por la socióloga Magaly Caram, entidad que llevó a cabo en 1999 la primera encuesta acerca de la violencia intrafamiliar en el país. Esto tiene un valor incalculable y un alcance a largo plazo que por ahora solo es medible en virtud de la creación del hoy Ministerio de la Mujer y la promulgación de algunas leyes de protección a los niños, adolescentes, embarazadas, envejecientes y mujeres abusadas. Sin que haya lugar a confusión, eso es mejor que nada, aunque se sepa que el Estado autoritario y machista que rige los destinos de esta “porción de humanidad” que se llama República Dominicana (según Américo Lugo) sea patriarcal, clientelista, patrimonialista y que su política será siempre instrumental cuando se trate de reconocer los derechos de los sujetos y de redistribuir entre ellos las riquezas producidas por la referida “porción de humanidad”.

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