POR ARTURO MARTÍNEZ M.
Una de dos, en República Dominicana falló el neoliberalismo o los que fallaron fueron gobiernos y empresarios. En cuanto a los últimos, me refiero a los que tenían la responsabilidad de aumentar las exportaciones al mercado de los Estados Unidos y no lo hicieron. Con evidencias empíricas demuestro que esos empresarios no tuvieron a la altura de las circunstancias.
Que el error del gobierno actual y de los empresarios más importantes del país, que sin presentar argumentos claramente se oponen al DR-CAFTA, ha sido no sustentar su posición en esas evidencias empíricas.
Siguiendo recomendaciones del FMI y del Banco Mundial, los dominicanos adoptamos las políticas del Consenso de Washington en varias ocasiones desde el 1992 y hasta la fecha, y de manera unilateral frente a los Estados Unidos y el mundo, República Dominicana desmontó barreras al comercio, políticas de aperturas que tuvieron consecuencias sobre la producción, el empleo, las exportaciones y las importaciones, y en general sobre el bienestar de los dominicanos, pero que de manera oficial son desconocidas en el país, sólo los organismos internacionales tienen conciencia de lo sucedido, pero los datos y resultados se han quedado como informes para consultas.
Qué repiten los apologistas de acuerdos como el DR-CAFTA? Que lo fundamental para el crecimiento con equidad es el acceso al mercado de los Estados Unidos, y que la liberación del comercio se justifica sin importar su costo, porque mejora la competividad de las empresas. Sobre el particular, ¿qué dicen las evidencias empíricas en República Dominicana? Que el país, probablemente como ningún otro de América, tuvo acceso al mercado de los Estados Unidos, y sin embargo, los productores locales no supieron aprovechar la ventaja. Si es así, ¿para qué quieren los dominicanos el DR-CAFTA? Véamos el detalle.
El país ha sido extremadamente abierto al comercio internacional, y como se esperaba, la economía no creció basado en las exportaciones,ya que han sido las importaciones y el consumo las variables relevantes las razones por las que el crecimiento no ha sido consistente y por las que se ha extremado la pobreza. En 1992 los importadores dominicanos pagaban un arancel promedio de 23%, y mientras tanto, los exportadores dominicanos de zonas francas controlaban el 45% del mercado de los Estados Unidos. Se inician las políticas de aperturas y para el 1996, cuando el primer gobierno del PLD y del Presidente Fernández, el arancel promedio que los importadores pagaban se redujo a 14.1%. La participación de los empresarios de zonas francas en el mercado de los Estados Unidos se mantuvo invariable en 45%, a pesar de haber transcurrido cuatro años y de los dominicanos haber reducido la barrera a los productos norteamericanos. La situación empeoró en 2000, el arancel promedio en el país era de 16.4% y nuestra participación en el mercado norteamericano se redujo en nueve puntos porcentuales, terminando en 36%. En 2004 los dominicanos seguimos con la política de apertura comercial, el arancel se redujo aún más, disminuyó a 9.2% mientras se mantuvo en 36% nuestra participación en el mercado de los Estados Unidos.
Los números anteriores indican que cumplimos con las exigencias de los organismos internacionales, el arancel promedio pagado en el país se redujo sensiblemente, y sin embargo no aumentaron las ventas a los Estados Unidos, y la contrapartida no fue otra que un incremento notable del volumen y valor de las importaciones. Los siguientes datos así lo evidencian. En 1992 las compras (FOB) de bienes extranjeros hechas por los dominicanos, exceptuándo las importaciones de zonas francas, tenían un valor de US$2,175.0 millones; para el 1996 subieron a US$3,581.0 millones, en cinco años aumentó un 65%, en el 2000 las compras externas tuvieron un valor de US$6,416.0 millones, se incrementaron en 195% con relación al 1992.
En el 2004, y a pesar de la crisis provocada por el colapso de los bancos comerciales, ascendieron a US$5,370.0 millones, un aumento de 147% con relación al valor de las importaciones de 1992. En resúmen, la política de apertura lo que hizo fue elevar el volumen y valor de las importaciones aumentaron y reducir las exportaciones.
No se vaya a creer amigo lector que la experiencia es nueva. En enero de 1920 en el país se redujeron las tasas arancelarias en un promedio de 38%, además se colocaron cerca de 250 artículos en la lista libre, entre los cuales se encontraban los vehículos y otros equipos de transporte, las maquinarias y herramientas agrícolas e industriales y los materiales de construcción. Los alimentos, manufacturas metálicas, lubricantes y productos químicos y farmacéuticos, recibieron reducciones importantes. Fue lo más parecido al actual DR-CAFTA. La reducción de la tasa promedio arancelaria reorientó la economía, de una dependiente de las exportaciones de azúcar y productos agrícolas (economía orientada hacia afuera), otra definida por un mercado interno caracterizado por incentivos a las importaciones de productos para el consumo (economía hacia adentro). Muchos pequeños empresarios se fueron a la ruina y, como hipótesis, historiadores han citado la desgravación arancelaria como una de las razones poderosas por las que Horacio Vásquez regresó al poder en 1924, dos años después de la salida de los marines. El político criticó la reforma, prometió echarla para atrás, lo que cumplió ya en el poder.
Entre lo que pasó en 1920 y lo sucedido en los últimos quince años en la economía dominicana, hay similitudes y diferencias. Ambas políticas deterioraron la balanza comercial y productores pasaron a ser importadores. Ahora las diferencias. En aquella oportunidad los dominicanos fuímos engañados por los Estados Unidos, ya que a cambio de la desgravación arancelaria se prometió una reducción del arancel para que en el mercado de los Estados Unidos el azúcar de República Dominicana pudiera competir con el azúcar de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Hawaii, y lo que se hizo fue lo contrario, el arancel aumentó de 1.26 centavos de dólar a 2.206 centavos de dólar la libra, un aumento de 75%.
En los últimos quince años no ha habido engaño, los empresarios dominicanos son los que han fallado, no aprovecharon el acceso que han tenido al mercado del Norte para aumentar el volumen y el valor de sus ventas, no invirtieron para mejorar su competitividad, prefirieron convertirse en importadores y abandonar la producción. La desgravación arancelaria y el desmantelamiento de otras restricciones, redujeron los costos internos de producción, pero el incentivo fue insuficiente para los productores locales.
Otra diferencia. Aquella fue una decisión de un gobierno militar interventor, que se apoyó en el estudio técnico del profesor Fred R. Fairchild, de la Universidad de Yale, y se hizo con el objetivo de asegurar, antes de la evacuación de los marines, que el comercio del país se mantuviera atado al de los Estados Unidos, asegurar el desvío de comercio. La desgravación de los últimos quince años fue hecha por gobiernos elegidos democráticamente, gobiernos que se dejaron llevar de recomendaciones extranjeras, que no se detuvieron a estudiar las consecuencias.
El lector atento pudiera pensar que los datos que he comentado, tanto los de la década del veinte como de los noventa del pasado siglo, y los del presente, lo que hacen es revelar la evolución que ha tenido el arancel local, lo que explica el aumento de las importaciones, pero no así el deterioro de las exportaciones; y tienen razón si así piensan. Para demostrar lo que decimos, que los empresarios dominicanos en los últimos quince años han tenido todas las oportunidades de vender al mercado de los Estados Unidos y que no la aprovecharon, veamos la evolución del arancel efectivo promedio que pagó en los Estados Unidos. En 1992 era de 26.4%, y como dije más arriba pagando ese arancel los exportadores dominicanos controlaban el 45% del mercado de productos de zonas francas en los Estados Unidos. En 1996 el arancel efectivo promedio se redujo a 15.9%, se esperaba que las empresas dominicanas aprovecharan la baja de casi 30 puntos porcentuales, que es mucho, para aumentar la participación en el mercado de importación de los Estados Unidos, pero como dije no fue así, se mantuvo el mismo porcentaje de 45%. En el 2000 aumentó a 18.6% el arancel efectivo pagado en los Estados Unidos, y la participación nuestra en dicho mercado se redujo a 36%. En el 2003 el arancel efectivo pagado en los Estados Unidos se redujo a menos de 1%, y los dominicanos seguimos con la participación de 36% en el mercado de importación de ese país. Es decir, de 1992 a 2003 las oportunidades para exportar a los Estados Unidos fueron excelentes, y los empresarios dominicanos lo que hicieron fue retroceder, con el tiempo disminuyeron el volumen y la participación en el mercado de importación de ese país.
El nivel del arancel en los Estados Unidos
Los datos demuestran que, y a diferencia de lo que se dice para estar de acuerdo con el DR-CAFTA, el nivel del arancel en los Estados Unidos nada tuvo que ver con el volumen y valor de las exportaciones hacia ese mercado de parte de los dominicanos. No se crea amigo lector que no hay convencimiento en ese sentido, incluso es una razón poderosa por la que no se han escuchado voces contundentes, provenientes de empresarios-productores importantes del país, quejándose de la actitud del gobierno de posponer la entrada en vigencia del DR-CAFTA y prefieren hacerle juego; lo mismo sucede con las asociaciones que los agrupa, han lanzado comunicados tímidos sólo para que no se diga. A los empresarios dominicanos, me refiero a los productores, no les interesa el acuerdo con los Estados Unidos, saben que la competencia se los llevará, porque sencillamente no están en condiciones de competir con nadie. Pero tampoco al gobierno le interesa que el acuerdo entre en vigencia el primero de julio próximo, pero por diferente razón no le conviene, porque en el corto plazo pierde ingresos, tiene que prescindir del recargo cambiario, y como se excedió en el gasto en los primeros meses del año, invirtió mucho dinero en la campaña, necesita los recursos para ver si puede cerrar el año fiscal de manera más o menos aceptable, para no tener problemas con el FMI.Las evidencias empíricas, y no las palabras, apuntan a que servirá de muy poco la apertura adicional del DR-CAFTA; las esperanzas se sitúan en que vendrán inversiones nuevas, pero en los últimos quince años no vinieron a pesar del acceso que tuvimos al mercado del Norte. Lo que está seguro es un incremento de las importaciones, siendo la razón por la que los Estados Unidos demandan la derogación de la ley 173 para que entre en vigencia el acuerdo. La política de los gobiernos que hemos tenido, y de los empresarios, ha sido apoyarse en una competitividad basada en el pago de un salario depreciado en las zonas francas; lo demuestra el hecho de que para un mismo trabajo se han tenido dos salarios mínimos, para el mercado nacional y para las zonas francas, inferior para el último. Ese tipo de competitividad ya no resulta, se requiere la que otorga el progreso técnico, el aprendizaje, la política energética con tarifas competitivas, la política cambiaria que no sobrevalúe el tipo de cambio real, como sucedió en los años 1997-2000 y ahora también, debido a que la inflación acumulada supera la devaluación nominal. Lo que decimos es que se requiere de una competitividad diferente para poder aprovechar el acceso al mercado de los Estados Unidos. Lo demás es palabra.5