Moderación y prudencia

<p>Moderación y prudencia</p>

FRANCISCO CRUZ PASCUAL
La palabra es arma poderosa, tanto que, la sabiduría popular dice que la mitad del pleito se gana con la boca. La gran mayoría de las desgracias humanas en el mundo se producen debido a que rara vez los hombres y las mujeres aciertan a decir la palabra adecuada para evitar conflictos, construir relaciones o neutralizar las acciones de otros y otras, en contra de unos y otros.

Como dijéramos antes, en artículos anteriores, en la filosofía contemporánea, el valor de la palabra no solo es la puerta con la que entramos al mundo del pensamiento, sino la puerta con la que nos abrimos pasos hacia al mundo de la acción.

Esto significa que la palabra no es de uso individual o subjetivo, sino de uso común. La palabra humana es palabra compartida, y por ello no solo explica el origen de nuestro pensamiento, sino el sentido de nuestras acciones y compromisos con nosotros mismos y con la sociedad a la que pertenecemos y nos debemos como entes.

Los individuos humanos, varones o hembras, tienen la capacidad por si mismos de construir grandes acciones a través de la palabra o destruir grandes esperanzas, ilusiones y optimismo; estas son fuerzas que mueven al mundo real. Recordemos a Martim Heidgger, cuando dijo que “ El Lenguaje es la casa del ser”.

El lenguaje no es un simple instrumento de comunicación o un simple utensilio del entendimiento. Con él se recupera el valor sagrado que siempre tuvo la palabra y que está orientando una gran parte de la ética contemporánea que ha dejado de ser dialógica. Uno de los filósofos que mejor ha sabido describir este giro lingüístico ha sido Ferdinand Ebner (1882-1931), quien escribió un estudio titulado La palabra y las realidades espirituales, donde afirma que el problema de la palabra es <<el punto arquimédico de la filosofía>>. Para ampliar acerca de este tema, podemos leer a F. Ebner, la palabra y las realidades espirituales. Caparrós-1 E. Mounier, Madrid, 1995, entre las páginas 118 y 130.

Las palabras moderación y prudencia son efectivas para lidear entre la razón monológica y la razón dialógica, trampa en que caemos frecuente los seres humanos. Este tema es harina para otro artículo. Lo que quiero decir en el remate de este artículo es que la moderación es una virtud por la cual llegamos a la reflexión; que esta nos lleva suavemente ha armarnos de prudencia, otra virtud humana. La prudencia nos manda al comedimiento basado en la reflexión de la moderación. El impávido no llega a la reflexión, éste sintiéndose aludido en lo personal, no llega a darse cuenta del mal que provocan sus palabras a los proyectos comunes.

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