Modernidad y perspectivas latinoamericanas

Modernidad y perspectivas latinoamericanas

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Sí. Existe una conducta moderna. ¿Qué duda cabe? Lo que no podemos negar es que tiene bastante de frustratoria, a pesar de las palabrerías y las declaraciones altisonantes de grandes potencias y de organismos internacionales que no cumplen con los alegados propósitos que les dieron origen.

En verdad, lo moderno es la comunicación y la alucinante tecnología tanto para lo bueno como para lo malo. Siempre ha habido modernismo en la historia pero estuvo limitado a grupos cerrados, selectos, sea en la Grecia Clásica, sea en el subyugante siglo quince italiano -el “Quattrocento”-, sea en el promisorio “Siglo de las Luces”, con sus sombras y obscuridades entre destellos y destellos. ¿Qué pasó con la “Liberté, Egalité, Fraternité”? ¿Con “Black is beautiful” o “The black is also human”? Y los europeos que se han metido en todas partes y han saqueado a diestra y siniestra, sí como los “blancos” de nuestro norteño continente, que desprecian a los latinos y a las etnias pobres y débiles -mientras son débiles, porque a Chinas y Koreas ya no las tratan igual que antes.-

¿En qué tenemos nosotros los latinoamericanos que ser modernos? En llegar a ser un peligro para los grandes, en constituir un bloque poderoso. Si Europa, que se ha pasado la vida guerreando y alentando odios regionales logró una inquietante consolidación, por encima de diferencias idiomáticas y de tradiciones prepotentes, ¿por qué Latinoamérica -digamos mejor, sus gobernantes- no propicia seriamente, factiblemente, un acercamiento, una unidad defensiva de sus intereses?.

Josué de Castro ha dejado dicho que Latinoamérica “es un mendigo sentado en una mina de oro”. Pero resulta que el “todo para mí, todo para mí” de los gobernantes regionales (no nos hemos quedado rezagados, especialmente desde la “gestión” del señor Mejía como Presidente) nos mantiene miseriosos, disparatosos, hambrientos, sin Seguridad Social, con los medicamentos esenciales a precios inalcanzables, lo cual hace deseable morir antes de llegar a “la edad de las pastillas” o las intervenciones quirúrgicas. Es que después de los cincuenta años, la atención médica es insoslayable. Latinoamérica necesita ser un bloque, fuerte, apretado (seamos sinceros) por intereses económicos de supervivencia, pero viene a ser que los más ricos de la región se consideran capacitados para retar la monstruosidad del imperio norteamericano, sin cautela, sin astucia, “a lo bruto”. Eso no lo hizo ni Alejandro el Grande, ni César…ni Hitler hasta que no cometió el error fatal de querer adueñarse del mundo a fuerza de unas formidables fuerzas armadas modernísimas en una tecnología de punta (como Estados Unidos hoy).

Los nazis tenían el lema: “Hoy Alemania, mañana el mundo entero” (Heute Deutschland, morgen die ganze welt). No sé que piensan los jerarcas estadounidenses, pero van bien, la Coca-Cola desplazó al mabí, los Hot-dogs y hamburgers suplantaron las empanadas (sin que importe lo suculentas que sean estas últimas), la comida mexicana, como la china, no pasa de ser una substitución caprichosa, como eventualmente podría ser la comida árabe, si todo sale a pedir de boca. Yo tenía esperanzas con la Venezuela de Chávez, pero las he perdido -bastante- porque una unificación regional requiere de prudencias y habilidades que, por lo visto, no tiene el pintoresco mandatario que bien pudo encaminarse al logro del sueño bolivariano.

¿Podrá corregir el rumbo?

Recursos no le faltan. Creo que tampoco carece de buenas intenciones.

Le falta prudencia, habilidad de estadista. ¡Qué gran sueño que América Latina se dé a respetar!.

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