Modigliani y su tiempo

Modigliani y su tiempo

AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
Quienes vayan a estar en Madrid la próxima semana, todavía tienen la oportunidad de ver la  exposición más abarcadora e interesante que se haya  registrado en los últimos tiempos sobre la obra y la vida de Amedeo Modigliani, personaje dramático y una de las figuras más emblemáticas del arte europeo del siglo XX,  pues, de manera conjunta y simultánea, el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, están presentando: “Modigliani y su Tiempo”, extraordinaria muestra que reúne 126 obras, abarcando la trayectoria artística del mítico artista italiano desde su llegada a París en 1906 hasta su muerte ocurrida en la misma ciudad el 24 de enero de 1920.

Abierta desde el 5 de febrero, la gran novedad e importancia de esta  exposición curada con rigor y esmero por el respetado historiador y crítico de arte Francisco Calvo Serraller, consiste en que, por primera vez, se reúne la obra de Modigliani en diálogo museográfico directo con los grandes maestros que influyeron en él: Cézanne, Picasso o Brancusi, y con sus amigos contemporáneos de Montparnasse: Marc Chagall, Jacques Lipchitz, Chaïm Soutine, Moïse Kisling, Ossip Zadkine, Tsugouharu Foujita o Jules Pascin, entre otros.

De poderosa, sensible y elegante personalidad, Amedeo Modigliani nace en Livorno, Italia, el 12 de julio de 1884. Fue un artista abierto a los principales movimientos de la vanguardia parisina previa  a la Primera Guerra Mundial, pero se mantuvo siempre independiente de todos sus contemporáneos.

Entonces, apreciar su obra junto a la de todos estos artistas -tanto grandes nombres de la historia del arte, como otros menos conocidos u olvidados, pero que fueron también protagonistas del arte europeo de comienzos del siglo XX-,  constituye un regalo de valor inestimable y una ocasión irrepetible que nos permite valorarla con mayor profundidad y en su justa dimensión. Sus distintivos y admirables retratos, desnudos, esculturas, dibujos y paisajes, contextualizados junto a obras selectas de artistas como Gauguin, Cézanne, Picasso, Brancusi o Derain, nos permiten comprobar no sólo las influencias, aclarar paralelismos o descubrir particularidades, sino también advertir el tiempo y el entorno en los que fueron creadas.

Desde su llegada a París, Modigliani albergaba el deseo de ser escultor; él mismo referiría en más de una ocasión a sus amigos que su dedicación a la pintura era meramente “alimenticia”, a la espera de poder desarrollar su verdadera vocación. Esta vendría de la mano del descubrimiento del Arte Negro y de su amistad con el escultor rumano Constantin Brancusi, quien le alentó a emprender la talla directa en piedra dejando atrás los remanentes tardo-románticos de su primera etapa creativa.

Andre Derain y Pablo Picasso fueron algunos de los primeros artistas de la vanguardia parisina en mostrar su interés hacia el arte africano y ponerlo de manifiesto en su obra. Modigliani, quien posiblemente conoció “Las señoritas de Avignon” en fecha temprana, estudió el arte negro junto a su amigo y mecenas Paul Alexandre durante sus constantes visitas a la sección de etnografía del Trocadero, ya en 1908. Ese mismo año realiza sus primeros estudios de cabezas y cariátides inspirados en modelos africanos, de los que en esta muestra se presentan magníficos ejemplos.

Comisariada técnicamente por Juan Ángel López Manzanares, “Modgliani y su Tiempo” es una gran exposición que se articula en dos secciones. La primera reúne obras correspondientes a la relación de Modigliani con sus maestros, expuestas en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza (67 obras) y la segunda con sus amigos, que se muestra en la sede de la Fundación Caja Madrid (59 obras). La museografia exquisita y efectiva incluye 40 ampliaciones fotográficas de originales de la época. Las sección de las salas del Thyssen, muestran cómo Modigliani busca intensamente definir su propio estilo atento a todos estos artistas; pero, muy especialmente de Paul Cézanne, en cuya obra vio resuelto el conflicto entre los maestros antiguos y el lenguaje plástico de  una modernidad  de la cual él mismo se torna exponente de primera línea.

“…A través de todo lo que hemos escrito hasta aquí se puede apreciar cómo la obra de Modigliani no sólo enlazaba el rico venero de una tradición artística, que, en su caso, no se limitaba a los maestros del clasicismo occidental, con la vanguardia más fervorosa, que fue, sin duda, la de las dos primeras décadas del siglo XX, sino que destiló un estilo muy personal. Esta compleja coyunda de elementos históricos e innovadores, fraguados al margen de la adscripción formal del artista a ningún movimiento de la vanguardia, es la que ha dejado circunstancialmente a Modigliani en una posición marginal, según el relato establecido por la historiografía artística del arte canónica del XX, hoy en completa revisión.

En este sentido, la etiqueta de miembro de la “Escuela de París” nos resulta actualmente inservible, pero no sólo por su ambigua naturaleza de “cajón de sastre” donde va a parar todo lo que no cabe en un esquema preestablecido, sino, sobre todo, porque hoy se impone una visión más transversal que lineal de la historia de la vanguardia. De esta manera, Modigliani no se puede seguir explicando por lo que no fue, sino por quién fue y qué hizo; esto es: Modigliani por Modigliani”…(Francisco Calvo Serraller: “Modigliani: cuerpos y almas”, 2008)..

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