Momento de reflexión

Momento de reflexión

VLADIMIR VELÁSQUEZ MATOS
Ya ha pasado la cháchara navideña del sólo pasarlo bien haciendo excesos con la comida y la bebida, o estando por ahí de irresponsables quemando fuegos artificiales a diestra y siniestra, o pisando hasta el fondo el acelerador del vehículo sin importarnos un comino lo que ello pueda acarrearle al prójimo, sino momentos de reflexión, no necesariamente porque seamos o no creyentes, o estemos imbuidos en una corriente astrológica o cualquier cosa de naturaleza esotérica, sino porque es momento de pasar balance a nuestros hechos personales, a todo lo ocurrido en nuestro entorno inmediato, y porqué no, a lo que acontece alrededor del mundo.

Y en el mundo pasan muchas cosas a las que debemos ponerle la debida atención, y ésto lo decimos porque cuando vemos a través de los medios de comunicación toda la cantidad de tragedias que asuelan a la humanidad, debemos darle gracias a Dios de que todavía estemos bien junto con nuestros seres queridos.

Todos hemos visto por la televisión una serie de imágenes terribles, apocalípticas diríamos, un hecho que verdaderamente ha consternado al mundo y no producido por el hombre que es principal causante de desgracias en este planeta, sino uno originado por la naturaleza, que cuando ésta se levanta y se sacude, es el poder más destructivo de cuantos existe, y el hombre, como todo su saber, su ciencia y su técnica, es completa y absolutamente vulnerable a su feroz accionar, teniéndonos que resignar nosotros a lo que somos, simples levedades sensibles movidas por el capricho del destino. Nos referimos al sismo marino (Tsunami) que azotó en el océano Indico a las zonas costeras de Sir Lanka, Indonesia, India, Tailandia, Malasia y costa sud oriental de Africa, dejando hasta el momento en que escribimos estas líneas, un saldo de más 150,000 víctimas mortales, y el cual desde ya, está considerado como una de las catástrofes de origen natural más grande de toda la historia de la humanidad.

Y es que la naturaleza cuando desata sus furias no hace distinciones entre países ricos o pobres, entre ciudadanos buenos o malos, entre colores de piel o credo religioso, simplemente actúa y nos hace ver lo pequeños que somos, los tontos por nuestra vanidad y desenfreno por el egoísmo que anida en nuestros corazones, la intolerancia por las diferencias culturales o políticas, nuestra vida vacía de altruismo, de bondad, carente de espiritualidad, creyendo que únicamente lo material nos dará la felicidad, creando guerras contra pueblos indefensos para extraerle sus riquezas (y miren que hoy día hay más de dos centenares de conflictos bélicos que hieren de muerte y tristeza al planeta como es el caso de Irak), y no nos damos cuenta que solo tenemos una vida para enriquecerla de valores positivos, para vivirla a plenitud sirviendo a los que menos tienen y más sufren, en fin, para tratar de hacer un mundo de veras mejor.

Por eso creemos que en este Año Nuevo debemos reflexionar a profundidad lo que como humanos debemos y podemos hacer, para levantarnos y construir un mundo mejor de paz, confraternidad y amor.

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