Momentos de prueba: ¿Un propósito de Dios?

<p>Momentos de prueba: ¿Un propósito de Dios?</p>

MARLENE LLUBERES
Por el hecho mismo de nuestra humanidad, la aflicción y la adversidad irrumpen en nuestras vidas y, aunque sabemos que en este mundo estamos expuestos a ellas constantemente, al llegar, nos hacen sentir desorientados, incapaces de seguir adelante con lo que había sido, hasta ese momento, nuestra cotidianidad.

Nuestro existir se convierte en pesadilla de la que no podemos despertar, nos sentimos abrumados, llenos de desánimo, al pensar que Dios nos ha abandonado y que no vislumbramos salida. Es entonces cuando la obstinación, la rebeldía, el desconsuelo y la imposibilidad de aceptar lo que nos ocurre, nos dominan. Entendemos que, ni Dios, ni las personas que nos rodean, hacen algo a nuestro favor. Nos invade el temor, ante la incertidumbre de lo porvenir.

En estos momentos es necesario entender que, a pesar de que, indefectiblemente tenemos que vivir estas dolorosas experiencias, debemos atravesarlas anidando en nuestro corazón, la convicción de que, aun la más difícil de las pruebas, Dios las permite con un propósito para nuestras vidas.

En su perfecto plan desea fortalecer nuestro carácter convirtiéndonos en personas sin amarguras, ni resentimientos. En otras ocasiones nos motiva para que nos devolvamos de un camino errado, que nos daña y nos aleja de El, para que, en medio de lágrimas y quebrantamientos, escuchemos la voz de Dios, que es la única que nos va a guiar y a sostener, por camino seguro, en nuestro transitar por esta tierra.

Cuando esta realidad nos es revelada confiamos y tenemos esperanza, poseemos la seguridad de que, aunque andemos por valle de sombra de muerte, no debemos temer mal alguno porque Dios está con nosotros y nos infunde aliento. Nos consolará el saber que el Señor nos librará de todas las aflicciones, porque es nuestro pronto auxilio y aunque la tierra sea removida y los montes traspasen el corazón del mar, siempre está para ayudarnos y sacarnos victoriosos de toda dificultad.

Si buscamos a Dios, presentándole nuestras angustias y temores, recibimos paz, en medio de la tormenta, la fortaleza necesaria para perseverar mientras el día malo permanece y aliento para mantenernos en gozo y con ánimo de continuar hacia delante.

Dios es la fuente inagotable de confianza y el que nos capacita para soportar el dolor hasta tanto llegue la liberación, por lo que nuestra paz no debe ser originada por las circunstancias, si son éstas favorables o no, sino que debe estar ligada a nuestra relación con Dios, afirmada por un corazón agradecido, a pesar de la difícil situación que atravesemos.

La esperanza de recibir las nuevas misericordias de Dios, cada día, y el conocer que su favor está de nuestro lado, nos preserva; la palabra fiel e inquebrantable de Dios y la herencia prometida, nos aseguran una vida eterna, y nos permiten sostener el gozo.

Dios ha prometido una nueva tierra y un nuevo cielo donde no habrá llanto ni dolor, muerte ni enfermedad. El enjugará todas nuestras lágrimas y llenará el universo de un gozo eterno. Este es el día que anhelamos, donde Dios hará nuevas todas las cosas.

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