“Momentos felices”

“Momentos felices”

Rafael Gabriel Celaya Leceta fue un brillante poeta español, que durante la Guerra Civil española combatió en el bando republicano y fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas por el Ministerio de Cultura en 1986. Se preguntarán mis amables lectores: ¿por qué el título de este «conversatorio» momentos felices? Conocí de su poema que así se titula y su obra a través de un programa de radio que tenía el prominente arquitecto René Alfonso, mi «compadre», que con su clara voz él transmitía por Radio Cristal, “La excelente Música del Mundo” (1969-1977). René es actualmente la «voz» de la emisora Raíces, de E. León Jimenes. En aquella oportunidad en mis años de más juventud, acompañado siempre de una música exquisita conocí al destacado poeta a través de las ondas. Desde entonces he sido seguidor del bardo de Hernani.
Voy a citar dos estrofas de su poema «Momentos Felices» para relacionarlo con conductas humanas muy comunes en este tiempo de pandemia: «Cuando llueve, reviso mis papeles y acabo todo al fuego; poemas incompletos, pagarés no pagados, cartas de amigos muertos, fotografías, besos guardados en un libro, renuncio al peso muerto de mi terco pasado, soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego y así atizo las llamas, y salto la fogata y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento, ¿ no es la felicidad lo que me exalta?» Estoy seguro que muchos como yo han aprovechado estos días para limpieza de esas que uno con los meses postergaba por la falta de tiempo. En lo particular fueron varias las fundas de papeles y los mismos objetos de que habla el poeta, sacadas de mi oficina de la casa. La diversidad de actividades en el hogar siempre ayuda.
Segunda estrofa: «cuando me he despertado, permanezco tendido con el balcón abierto. Y amanecen: las aves trinan su algarabía pagana, lindamente y debo levantarme, pero no me levanto; y veo boca arriba, reflejada en el techo la ondulación del mar y el iris de su nácar, y sigo allí tendido, y nada importa nada, ¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo? ¿No es la felicidad lo que amanece?» Creo que a más de la mitad de la humanidad, ante estas circunstancias que estamos viviendo le habrá ocurrido ese amanecer pesado y amargo de no querer enfrentar el largo y tedioso día que le espera en este «recogimiento» obligado. Cuando los estados de tensión se conviertan en crónicos sentimos que no podemos recuperar nuestra actividad psicofisiológica normal. Esto influye en la reducción o eliminación de las etapas de reposo tan importantes para nuestra supervivencia.
Como en toda conducta humana influye mucho el carácter de las personas: unas tienen gran tolerancia ante cualquier tipo de tensión y otras se descompensan fácilmente al encontrarse en circunstancias conflictivas. Bien sabemos porque lo estamos viviendo las patologías típicas y las enfermedades que se derivan de esta situación de estrés crónico: insomnio, depresiones, cefaleas, estados de agitación o nerviosismo continuo, hipertensión, úlceras, padecimientos cardiovasculares, derrames en jóvenes, vértigos, trastornos gástricos (constipación y diarrea) problemas actitudinales (deterioro de las relaciones laborales, familiares y sociales en general), obsesiones, adicciones y debilitamiento de la respuesta inmunitaria, que nos hace vulnerables a cualquier otro tipo de enfermedad por contagio. Es decir que los procesos gripales, rinitis, sinusitis, alergias han aumentado por el estrés y también con el fantasmagórico acompañamiento del humo de Duquesa. Muchos de ellos pueden presentar cuadros respiratorios que de inmediato pensamos en el COVID-19 y no lo son, pero esto genera un círculo vicioso de gran ansiedad y angustia vivencial que tenemos que saber manejar. Esta desescalada debe obligatoriamente desdibujarse de juicios constitucionales, economicistas, políticos o de envalentonamientos, pues ese viral enemigo está ahí esperando. Debemos escuchar a los médicos, a los técnicos y a los epidemiólogos que son los que sí saben lo que se debe hacer. Debemos tener fortaleza y seguir rigurosamente las recomendaciones, pues todo pasará. Sabemos que el impacto en la salud mental es significativo. ¡Momentos felices son los que ahora todos necesitamos, hoy más que nunca!

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