Monólogo en alta voz

<p>Monólogo en alta voz</p>

DIÓMEDES MERCEDES
El respeto a la libertad y a los derechos de los otros que damos por necesarios para la paz, choca contra lo instintivo propio de toda especie vertebrada y por ende de la humana. La selección natural depura con rigor el futuro de las especies con violentos instrumentos de cualificación que actúan como ordenadores de la cadena ecológica y dentro de ella de la pervivencia de los individuos y de las especies mejor dotadas, proveyéndoles de la capacidad de ejercer la agresividad potencial que poseemos, la que cual que sean los modos de aplicación son constantes y redundan en vigor de vida y en una distribución del poder situacional relativo de cada individuo en su sociedad que jerarquiza los reinos de la naturaleza y los cohesiona, nutre y hasta embellece. Pínteme alguien el paisaje, suprimiéndole la obra del instinto de agresión y veremos que queda, sería como reducir el brillo del alerta de una erección al estado de flacidez.

El potencial de la vida real se mide por la aplicación y uso de esta capacidad natural, no por nuestra paciencia, si ésta no está premeditada para un fin, acto o propósito de poder, como la de quienes actúan en la política. La vida naturalmente es ordinaria, salvaje y brutal. El fino instinto femenino, en la mujer plena, escoge para la procreación al hombre más animal, se entrega a este y no al otro al que manda para el convento, llevada por el instinto de selección y perpetuación de la especie.

Ese linaje procrea lideres, patriarcas campeones que fundan dinastías y aristocracias nacidas de la competitividad, poniendo en juego la agresividad que peor se manifiesta cuanto más la reprimimos, razón por la cual sospecho que la violencia intraespecífica, las psicopatías y neurosis, es cada vez mucho mayor y peligrosa mundialmente.

Vestigios históricos y antropológicos presentes en nosotros mismos, me han hecho dudar de que en período remoto y anterior a la esclavitud existiera en nuestros orígenes civilizatorios la comunidad primitiva-socialista, pacífica, justa, etc. Creo que buscando ennoblecernos, hemos sublimado aquel tiempo, imbuidos modernamente por la sociología marxista clásica y desde mucho antes por la teología que remontó nuestros orígenes según el Génesis al paraíso perdido.

Quienes luchamos contra el oscurantismo y contra la opresión con una velita de lucidez, enfrentamos conflictos ideológicos que la praxis cotidiana no nos permite resolver en la esfera de nuestros pensamientos racionales y lógicos. Una de ellas es la cuestión de la libertad implícita en nuestros programas humanistas, tema diferenciador entre un troglodita y un progresista.

Por la libertad, un progresista no podría ni pensar siquiera en cuestionar o controlar la consciencia de los otros que por creerlas revolucionarias y rebeldes genuinas, tendrían que ser incontrolables y cuestionadoras permanentemente. Pero las circunstancias de los oprimidos, y sus organizaciones y liderazgos al liberarse, desde Espartáco hasta aquí, nos conducen mal hacia la suplantación de los opresores, justificándonos en la necesidad de reprimir la reacción organizada de nuestros “enemigos”. ¿Pero son nuestros enemigos? O ambos bandos estamos prisioneros en la espiral o tornillo sin fin de la misma violencia que ambas partes igualmente queremos monopolizar a nombre de la libertad, vomitando violencia sobre violencia porque nos es innata.

La democracia es otra de esas cuestiones. Ella sigue desfilando con estelaridad entre las ficciones y mitos humanos. Le damos tanto énfasis cual irreal ésta ha sido y es. Pero, el vocablo es tan subjetivo, que se ha hecho cuerpo de él, porque lo necesitamos como pretexto para desahogar la agresividad, sin importarnos un carajo la farsa que montamos o permitimos montar. La democracia presupone algunas categorías existenciales como la igualdad o la consciencia social y ciudadana que no se pueden producir en un mundo personalista que se caracteriza por una frenética carrera protozoaria de los individuos eliminándose entre si para alcanzar la meta de fecundar el óvulo, donde uno solo puede hacerlo entre millones. Las organizaciones políticas son el útero de esta competencia por el ejercicio de la tiranía que niega todo ideal o ha de negarlo a cambio de la disciplina dictatorial que nunca podría construir la democracia que ofreció. Este es uno de los “juegos que juega la gente” a consciencia de lo desastrosos que son.

La humanidad precisa de una gran acción revolucionaria simple. Desmontar presuposiciones que han sido convertidas en fundamentos de la civilización en todo el orbe, en Oriente y en Occidente, para que el destino humano, no el de las naciones, sea el objeto de la venidera. Reconozcamos que los paradigmas viejos, son muy viejos y están muy agotados. En tal sentido para este fin de cambio civilizatorio hay que proseguir gestando el nuevo Movimiento Iluminista crítico, presente en la obra de innúmeros autores críticos que están poniendo piezas teóricas por todo el mundo, que sugieren una revolución global en marcha durante la primera parte del siglo XXI, debatiendo temas como el que toco modestamente y otros como creación, opresión, represión, poder; los atributos de la persona hacia la sociedad humana global, etc., etc.

En fin se trata de vernos como somos yendo hacia lo que aspiramos ser, sin fantasías sobre el pasado, el presente y el porvenir. Esta corriente por lo menos está ayudando a perder el miedo a reconocernos.

Desde este Día Mundial por la Paz:

¡Felicidades!

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