Monseñor Pepén

Monseñor Pepén

El pueblo dominicano, y en particular la Iglesia Católica, ha perdido a uno de sus grandes pastores, un sacerdote con lugar propio en las páginas de nuestra historia relacionadas con las libertades públicas.

Monseñor Juan Félix Pepén Solimán, que fuera el primer obispo encargado de la Diócesis de La Altagracia, la cual dirigió durante 16 años por designación del Papa Juan XXIII, fue el autor de la Carta Pastoral suscrita por los obispos de la República Dominicana que se leyó en todas las iglesias del país en enero de 1960 y en la cual se denunciaban las arbitrariedades cometidas por el régimen del tirano Rafael L. Trujillo quien a partir de esa fecha desencadenó una fiera represión contra los sacerdotes católicos.

En su condición de pastor de almas monseñor Pepén se aferraba a la convicción de que la condición innata del ser humano es la vida en libertad, y su Carta Pastoral puso de manifiesto este sentimiento aún a riesgo de su propia vida.

Fue un defensor decidido de los intereses del país, y en esa condición reclamó públicamente, en 1962, que el gobierno de los Estados Unidos devolviera US$22 millones correspondientes a excedentes de la industria azucarera.

Ocupó varias posiciones de relevancia en la jerarquía católica local, entre las cuales destaca haber sido presidente de la Comisión Episcopal de la Conferencia del Episcopado Dominicano, y corresponsal de noticias católicas en Washington, obispo auxiliar de Santo Domingo.

En fin, se nos ha ido un pastor de almas que sembró valiosos ejemplos de bien entre  los sacerdotes de su época, en tiempos en que la defensa de las libertades públicas era jugar con fuego.

Vayan pues nuestras condolencias a los familiares de este pastor, a la Iglesia Católica y a toda su feligresía por tan sensible pérdida.

Confesiones

Si una convicción tienen bien clara los votantes de este país, esa es que los legisladores, con honrosas excepciones, se han caracterizado por no cumplir con las obligaciones atinentes a sus cargos.

Pero esa convicción se hace más relevante cuando es el presidente de la Cámara de Diputados, licenciado Julio César Valentín, quien expone y deplora esta condición.

Pero el incumplimiento por parte de los legisladores tiene el patrocinio de los partidos que les sirven de plataforma.

Hasta donde está demostrado, ningún partido se ha ocupado jamás de que su gente con aspiraciones al Congreso lo haga con propuestas legislativas específicas en las manos.

A estas organizaciones les basta que sean capaces de hacer buen marketing y levantar votos para la causa, no importa si después, una vez en el cargo, van a defraudar al electorado al no ofrecerle ninguna utilidad.

Por esas mismas razones los partidos políticos auspician aberraciones tan graves como el “cofrecito”, que  es  una forma de dar  mal destino a dineros del erario.

Es preciso que los partidos políticos revisen sus actuaciones y con vocación autocrítica se preocupen porque sus candidatos a síndicos, regidores y legisladores estén debidamente preparados para brindar un buen servicio al país, y no para servirse del país.

 El país no puede continuar dándose el lujo de que cargos electivos de importancia sean devaluados con la elección de personas incapaces de reciprocar con buenos servicios  la preferencia de los electores.

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