Monstruos

Monstruos

Las estadísticas se encargan, nuevamente, de poner en tela de juicio la efectividad de nuestros medios para preservar la integridad de los menores de edad y evitar que sean objeto de abusos.

Una vertiente del problema pone de relieve cuán expuestos siguen nuestros menores de edad a la vulneración de su inocencia por parte de adultos. El procurador fiscal de Santo Domingo, Eddy de Jesús Olivares, nos ha puesto en conocimiento de que en el trimestre agosto-noviembre del 2003 fueron violados sexualmente 220 menores de edad en esa demarcación geográfica. Es decir, se abusó contra 73 menores cada uno de esos tres meses, lo que equivale a que se practicó el crimen contra 2.4 menores cada día.

Y suponemos que este registro no incluye muchos de los casos de violaciones que se quedan en el silencio porque las cometen adultos contra sus parientes menores y éstos, unas veces bajo amenaza y otras por vergüenza o por preservar el afecto del violador, no se atreven a denunciarles, y mucho menos contiene aquellas vías de hecho que implican seducción y que, aunque no culminan en la consumación del acto sexual, violan de todas maneras la inocencia y el candor de menores.

[b]-II-[/b]

La otra vertiente encierra una paradoja, pues el grado de exposición de menores a los peligros, no sólo de violaciones, sino también de incurrir en actos de delincuencia y de ser utilizados para esos fines, lo prohija nada menos que el Código del Menor por una distorsionada interpretación de lo que debe ser la represión del delito en esa etapa de la vida.

Contrario a otros países más avanzados que el nuestro, en los cuales el rigor del castigo aplicable al menor que delinque está determinado por el grado de discernimiento del inculpado al momento de cometer la acción, aquí se prohija una protección que raya en la impunidad y que inclusive es aprovechada por bandas de delincuentes para emplear a menores de edad en sus actos criminosos.

No están a la mano las cifras, pero para muchas autoridades constituye un motivo de alta preocupación el hecho de que cada vez más menores aparecen involucrados en actos de delincuencia como homicidios y tráfico de drogas, o sirviendo como fuerza de choque en bandas criminosas.

[b]-III-[/b]

Estos grados de vulnerabilidad son los que hacen cuestionables nuestros medios de protección de menores contra los actos que de alguna manera vulneran su integridad física o moral.

Por un lado, tienen efectividad dudosa los castigos y disuasivos aplicables contra quienes violan sexualmente a menores de edad, e inclusive para quienes los sonsaquen o induzcan o inicien en la práctica sexual a destiempo, prostituyéndoles como negocio o de cualquier otra manera.

Por el otro lado, el Código del Menor no sólo expone a los menores de edad a los peligros de la impunidad en el delito, sino también de ser potencialmente abusados, sexualmente o de cualquier otro modo, por la forma en que son ventiladas en la justicia las acciones en que pudieren verse involucrados.

No hay duda de que son altamente preocupantes ambas vertientes del problema social relacionado con los menores y los actos que se cometen contra ellos, o que ellos pudieren cometer amparados en protecciones mal concebidas en las leyes que pretenden resguardarlos. De seguro que hay elementos suficientes como para emprender un amplio estudio de la cuestión y corregir sus fallas para bien y auténtica protección de nuestros menores de edad.

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