CHIQUI VICIOSO
Gazcue extendido; de los años cincuenta un Santiago o Puerto Plata, Montevideo es una de las ciudades mas gentiles del continente americano. Sobrios, tiernos, solidarios, las y los uruguayos tienen un don de gente que desborda los agresivos matices de un Caribe donde el sol todo lo exalta. Feliz, en su ciudad, les dije que de tener recursos les enviaría barcos de pintura pastel: rosados, azules, verdes y amarillos, para darles un poco del color, y calor, que aquí nos sobra.
Al Uruguay viajé para el cumpleaños de una gran amiga y extraordinaria escritora, la poeta Graciela Genta, evento que aproveché para recuperarme del montaje de la obra de danza-teatro Magdalena, un espectáculo que escribí para ser representado el Día Internacional de la No-violencia a la Mujer, los días 24, 25 y 26 de noviembre, en apoyo a las actividades de la Secretaría de la Mujer. Digo recuperarme, porque montar aquí un espectáculo de danza teatro es una odisea. Solo para darles un ejemplo, cuando decidimos editar la música y fuimos al primer estudio a grabar se fue la luz por ocho horas. Cuando nos trasladamos a otro estudio, a prueba de apagones porque sus plantas funcionan con gasoil, estalló la crisis del gasoil, y cuando por fin el amigo Jorge Taveras consiguió el combustible, la planta se apagó antes de que pudiéramos grabar una edición de siete horas de trabajo.
Empero, la felicidad de trabajar con Edmundo Poy y sus bailarines y bailarinas, (ocho en total), el más extraordinario director de danza contemporánea del país, y el más optimista de los seres humanos con que he trabajado en proyectos creativos (el otro es mi esposo Fidelio); con Pascual Meccarielo, excepcional artista plástico encargado de la escenografita; y la oportunidad de reencontrar y trabajar con actrices como Isabel Spencer y la excelsa artista y persona que es Karina Noble, han compensado todas las limitaciones y penurias.
En Uruguay, entre asados, vinos, ensaladas de ruccola y un cariño colectivo desbordante, que en gran parte le debemos a
nuestro mas reconocido embajador Juan Luis Guerra, pude recuperarme de lo mucho que cuesta en esta media isla materializar los sueños, aunque se cuente con el entusiasta apoyo de Flavia García, la actual ministra de asuntos de la mujer, y con el militante apoyo de tres organismos de la ONU, comenzando con el Fondo de las Naciones Unidas para Población; el INSTRAW, o Instituto de Investigaciones y Capacitación sobre la Mujer de la ONU; la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), y el apoyo de Miguel Cocco y la Dirección General de Aduanas; y ni hablar de las empresas Corripio, de Verizon y en menor medida del Agua Planeta, (que conste que esto no es payola, sino simple agradecimiento).
Si a esto le añado el reencuentro con Diógenes (el bueno) Valdez, Premio Nacional de Literatura y actual encargado de asuntos culturales de nuestra Embajada en el Uruguay; y con Otto, el hijo de Otto Morales (quien es, como le reafirmé, sobrino de todos nosotros), entonces estas Montevideanas ausencias justifican las 24 horas de viaje que se lleva bajar al sur-sur. Aprovecho la generosidad de HOY, para invitarles el viernes 24, a las ocho y media de la noche, y el sábado y domingo a las seis de la tarde, dos funciones (una auspiciada por la OIM y la otra por el Centro Cultural POVEDA y la Dirección General de Aduanas), a la Sala Manuel Rueda, para que puedan asistir -de manera gratuita- las mujeres y hombres populares con sus familias, vecinos y amigos, a la gala premier de Magdalena, una obra donde conjugo danza, teatro, poesía, música, escenografía y luces para contar la historia de cuatro modernas Magdalenas, victimas de la violencia cotidiana contra la mujer, redimidas por la belleza y la ternura.
En la sala Manuel Rueda les espero, queridos amigos, amigas y lectores de este diario, porque hemos puesto el corazón en este trabajo, y a vuestro corazón y solidaridad apelo.