Morada de la memoria

Morada de la memoria

Cruzo entre cartelones y consignas, rostros de candidatos y promesas, imaginándome que cada día que pasa es un invento que nace en el olvido. Oh, memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

Yo, múltiple, renegado, impostor. Dueño de mis pies y de mis muchas almas, falsificador de mi biografía, sé que todo espacio es inútil. Las palabras son más lentas que el tiempo, transcurren al unísono de ser pronunciadas, y al salir son ya viejas. El mar que sueñan los marinos se traga a los hombres, y la ciudad no anida la rencorosa soledad de la utopía. Oh, memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

La Luna esplende en el cielo azul  oscuro ennegrecido de la isla, que se mezcla con el verde del mar. Con un sonido salido de mi boca he maldecido. Lo difícil en esta media isla es romper el silencio que hay siempre a este lado del mar. . . ¡El mar!  ¡Sólo hacia el mar deberían extasiarse los poetas! ¡Que no escriban, sino solo del mar! Es que únicamente el mar es un perito en olvido. Oh, Memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

Con sólo nombrarla la miseria real se transforma en una pobre miseria abstracta. Los pequeños burgueses se indigestan. ¿Habrá una definición exacta, de ese pequeño burgués nuestro, enredado en la incertidumbre de nuestra historia, réplica de pirata con pata de palo, que navega con una lentitud lastrada por la ambición? Un suceso lleva dentro, también, su desenlace. A uno siempre le dan nombres, le asignan números, lo disminuyen. Pero un suceso lleva dentro, también, su desenlace. Hay que jugársela toda, aunque nada se gane con ganar. Oh, memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

Es imposible escurrir el bulto, como el licenciado Vidriera, el personaje de Cervantes, sólo queda la posibilidad de hacerse el loco. La sinceridad y el cinismo, en esta media isla, son ahora la misma cosa. Escribimos en plural para consolarnos, para perdernos con los otros. ¿Es posible, acaso, que siempre sea igual? ¿ por qué siempre la corrupción, el robo, el engaño y la mentira se salen con la suya? ¿Santana por Duarte? ¿Lilís por Bonó? ¿Trujillo por Américo Lugo? ¿Balaguer por Juan Bosch? Guardo un lugar mítico adónde ir algún día, un refugio para los malos días, un lugar para soñar de vez en cuando. Y no quiero olvidarlo. Oh, memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

Vivo en un país de escenografías. No soy provocador, pero si abro mi boca temo incitar a reconocer la tragedia. Por la cara que veo en el espejo, sé que no soy el de antes. Troté en las calles y me expuse al secreto transcurrir del mundo. Busqué la justicia, traté de corregir la miopía de los indiferentes, hice todo lo que tenía que hacer para llevar la paz hasta mi conciencia, y al final descubrí que vivo en un paisaje que encanta, que todo es igual como si fuera el ambiente para ciertos sueños. Vivir es una forma de la rebeldía, sí, pero ¿quién hace las cuentas? Me obstino en mi perseverancia, aunque siempre, al final, la conveniencia de otros perdona a los malvados. Por lo que parece que el único final es el olvido.

Oh, memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio? ¿Por qué Santana por Duarte, Lilís por Bonó, Trujillo por Américo Lugo, Balaguer por Juan Bosch? ¿Por qué me lo pregunto atravesando ese territorio brumoso y conmovedor del presente, como si todo hubiera regresado, como si la ominosa y ciega historia del personalismo estuviera ante nosotros, intacta, rediviva, mientras cruzo entre cartelones y consignas, rostros de candidatos y promesas, imaginándome que cada día que pasa es un invento que nace en el olvido? 

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