Moral, institucionalidad y recursos sostenibles

Moral, institucionalidad y recursos sostenibles

 JOSÉ BATISTA
El poder establecer un programa a largo plazo de los recursos humanos sostenibles abarca no tan solo la familia, la educación, sino también el desarrollo moral del liderazgo.

¿Qué es la moral? Esta pregunta es importante porque su contestación establece el marco de referencia en el cual debemos elaborar nuestras ideas sobre el tema que tratamos. La conciencia del ser humano, regulada por la moral dirige la creación de leyes para la regulación de las instituciones, que luego sirven para asegurar la conducta correcta en la sociedad.

La moral consiste en el ejercicio del derecho, que se origina, no en la acción física o visible, sino como resultado de un sentido del deber enmarcado en una formación de conciencia de rectitud en el conglomerado social en que se vive.

Este sentido de conciencia está dirigido hacia lo que es necesidad personal y social. Siendo que la práctica visible de la moral es el ejercicio del derecho.

La moral, como conciencia de bienestar social, establece el proceso de regulación social en la dinámica dual de deber y derecho. Esta dinámica, cuando se ejercita en el contexto de la política, destrona la maña que regula el derecho.

Esa maña no siente ningún deber hacia la conciencia social, porque no parte de una base de desarrollo de conciencia, sino de símbolos de acción visibles para reforzar el ego interior, en cuyo caso no es más que un vacío de conciencia o falta de moral.

La interacción humana, entre otras variables, es gobernada por símbolos. La conducta va en dirección, no de lo que necesariamente se cree, sino en lo que se interpreta que producirá el resultado deseado.

Desde ese punto de vista el «arte de la maña» es callar la conciencia en pro de lo que se considera «normal», aun cuando lo «normal» sea amoral y se sostenga porque ya es parte de una conducta regulada por símbolos, no por lo que deba ser la realidad. De ahí la expresión de que la política «es sucia», de que los buenos no participan en ella. Sin embargo, los votos, como una expresión de símbolo, lejos de la moral, apoyan la realidad percibida.

La base fundamental de la intencionalidad de preservar el orden moral está en mantener la institucionalidad. En ésta la separación de poderes, la libertad de expresión, la oportunidad de educación, salud, y disfrute de la prosperidad, o lo que es igual el derecho a la vida, el derecho a la propiedad y el derecho a la libertad. Todo lo que vaya en dirección contraria contribuye a la destrucción de la institucionalidad. Toda ideología, y forma personal de imponer criterios, deseos y voluntades por encima del orden institucional, lanza a los países a la anarquía, y establece un modelo inmoral para las próximas generaciones.

Hostos, al referirse a la relación entre política y moral, señala lo siguiente: «La ineficacia de la moral en la política se ha convertido en regla de conducta universal. En los países poderosos y débiles, en las viejas nacionalidades y en las naciones recién nacidas, cuando el Estado está fundado en tradiciones, lo mismo que cuando es guiado por el derecho; si el objetivo de la política nacional es la prepotencia internacional, o si la insuficiencia de medios y recursos reduce la política a querellas de caudillos, en todas partes está la política tan divorciada de la moral, que es una prueba de incapacidad política el mostrarse inclinado hacia la moral».

Un ambiente saludable que guíe las próximas generaciones hacia una convivencia humana, requerirá de líderes desarrollados y un proceso de educación para la paz.

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