Moral pública versus moral privada

Moral pública versus moral privada

JESUS ELIAS MICHELEN EMBAREK
Delimitar las esferas de “lo público” en relación a “lo privado” es un tema de la modernidad que hoy continúa vigente. La problemática viene siendo debatida en el campo filosófico-social desde el siglo XVII, y aún es un debate pendiente de resolver. Algunos autores -como J. Habermas- la rastrea hasta la ciudad-Estado griega, donde podemos encontrar dos ámbitos separados de la actividad humana: el ámbito de la polis, lugar de la actividad política, ejercida por los limitados ciudadanos libres -koyné-, y el ámbito del oikos, es decir, el relativo al orden y mantenimiento de la casa.

Este espacio de privacidad incluye el trabajo de los esclavos y el servicio de las mujeres, dentro de la economía -oikonomía- esclavista de la época. De la misma manera, en el Derecho Romano ya existía una contraposición entre los conceptos publicus y privatus.

Desde los inicios de la Era Moderna, encontramos en la tradición germánica, francesa e inglesa, esa diferencia entre public y private, con lo cual se quería delimitar el ámbito del poder político del ámbito de los negocios. Lo privado se contrapone a lo común y lo estatal. Sin embargo, con la ilustración lo público se enlaza con la razón. Así Kant en su celebérrimo escrito ¿Qué es Ilustración? nos habla “del uso público de la razón”, relacionando con ello además, lo público con la llamada “publicidad representativa”, la cual, frente a la creciente importancia que van ocupando las actividades económicas y políticas de la sociedad civil, se transformará posteriormente en la llamada opinión pública.

En la actualidad, la realidad económico-política que impone el sistema poscapitalista de relación, manifiesta a través de los intereses de grupos de presión dentro de la sociedad, replantea la problemática en términos de privatización de lo público y politización de lo privado. Con lo cual se presenta una transgresión de las delimitaciones legales, con la consecuente tipificación dentro de la ética. Tema que conlleva una amplia digresión que remitiría a otros ámbitos de discusión.

Este debate entre lo público y lo privado se manifiesta en gran medida frente al dilema planteado entre moral pública y moral privada. Un número importante de intelectuales procedentes de las áreas académicas no filosóficas entienden, que el cumplimiento moral se realiza dentro de ese estrecho ámbito de la cotidianidad manifiesto en nuestra relaciones afectivas interpersonales, y en el recóndito espacio de nuestras íntimas convicciones. Esta exclusión de la moral de la actividad social propia, conduce a una reducción del espacio vital de la persona y al mismo tiempo, deslegitima gran parte de su ejercicio profesional dentro de la sociedad. Para entender estas consecuencias, veamos brevemente cuál es el ámbito propio de la moral.

El vocablo moral deriva de la palabra latina mos, la cual es a su vez una limitada traducción de la palabra griega éthos, la cual definía Aristóteles como carácter, modo de ser. Pero no cualquier modo de ser, sino aquel que se va adquiriendo a través del diario ejercitar de unos buenos hábitos -virtudes- que nos van conformando durante toda nuestra vida. De esta manera, la moral -la cual, para evitar ambigüedad, aquí suponemos idéntica a la ética- viene a ser ese modo de ser que orienta nuestra acción en un sentido racional, y que nos permite tomar decisiones justas y prudentes. Con lo cual vemos que, no sólo está íntimamente relacionada con el accionar del ser humano, sino que su seguimiento es la única garantía de actuar bien, es decir,a actuar en la dirección de obtener resultados que dignifican nuestra condición humana.

Decía con acierto J. L. Aranguren que los seres humanos somos constitutivamente morales, es decir, el hombre no puede actuar de otra manera que -suficiente o deficientemente- no sea moralmente. Somos ineludiblemente morales porque somos ineludiblemente libres. La amoralidad no es posible puesto que tenemos por fuerza que cargar con nuestras, vidas, y esto implica, asumir a cada instante la responsabilidad de los actos que libremente realizamos en nuestras vidas. Y esto no discrimina entre vida privada o vida pública, sino que incluye todos los actos de nuestra vida. De nuestra única vida. El ser humano siempre actúa de acuerdo a un fin. Por eso la vida siempre tiene sentido, y ese sentido de la vida es precisamente lo que llamamos moral.

A nivel teórico se especializan los espacios en que se desenvuelven la moral pública y la moral privada para poder profundizar dentro de sus límites y determinaciones, pero en la práctica, la persona posee una identidad que le constituye como una totalidad, pero además, todas nuestras acciones -públicas o privadas- se enmarcan dentro del ámbito social, y por tanto se encuentran regidas por imperativos de universal exigencia, tales como la aceptación de las otras personas como fines en sí mismo y no sólo como un medio, y su reconocimiento como interlocutores válidos para la toma de decisiones que puedan afectarlas.

De esta manera, ninguna actividad social, bien en el campo familiar, económico, social o político, nos exime del cumplimiento de los lineamientos morales que nos cacterizan como persona. Recurrir a argucias y complejas argumentaciones para escapar de la obligación moral de dar cuenta de nuestros actos, es sólo una falta grave de responsabilidad.

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