Motivación

Motivación

Mantenerse con vida es una motivación enorme, nos hace comer, evitar el peligro, trabajar, dormir, etcétera. Es potente, irrefrenable y aún así, llega un momento que mucha gente pierde la motivación, desea morir y hasta se suicida. Cierto, en algunos casos, las enfermedades inducen a tal decisión, sin embargo, en otros, es el honor, la pérdida del capital, la defensa de un ideal, de la patria o una insípida discusión.

Hambre, sed y sexo son instintos que conjuntamente con el de mantenerse con vida inciden tremendamente en el comportamiento. Hay otro instinto que consiste en responder a castigos y recompensas de nuestro ambiente. Existe, no obstante, otra motivación que comenzó a reconocerse a mediados del siglo pasado: “motivación intrínseca”. Es la que poseía Pablo Picasso quien pintaba, con ropa o sin ella, por doce o catorce horas sin parar, absorto, ignorando el medio que lo rodeaba.

La “motivación externa” expresada antes como la respuesta que damos a nuestro medio ambiente, se manifiesta cuando hacemos algo por una recompensa, dinero, por ejemplo, o, por el temor a un castigo. Tenemos, pues, tres motivaciones, la que corresponde a sobrevivir, digámosle 1; la que reacciona a castigos y recompensas externas, llamémosla 2; finalmente, la 3, que brota de lo más íntimo de la persona, es la que nos pone a hacer cosas porque nos gustan, sin importar recompensa o castigo.

Los grandes de la Historia, como Juan Pablo Duarte, son compelidos por la motivación 3, la intrínseca. La que sale del ser. De ahí que Duarte se haya gastado su fortuna por el ideal de la patria y haya acogido el destierro antes de arreglárselas para originar un caos en el país. No hay grande en la Historia huérfano de esta tercera, 3. Es un don inapreciable, muchas veces inapreciado y despreciado por amigos y paisanos.

Sólo la motivación 3 es capaz de mantener una nación unida por el patriotismo. Desde luego, sabemos que también se “camina por el sendero” a base de palos y terror. Sin embargo, esta motivación 2, más temprano que tarde termina. Naturalmente, no se nace con el patriotismo, como no se nace sabiendo pintar o dibujar; se estudia, se aprende y se ejercita.

Se relaciona la motivación 2 con acciones rutinarias, repetitivas, poco creativas. Mientras que la 3, con  situaciones creativas, heroicas, sobresalientes. Sea correcto o no, ambas son necesarias para el buen comportamiento de un pueblo y cuando éstas se ausentan, cualesquiera cosas pueden pasar y suceden.

La estabilidad de los pueblos y su bienestar depende del correcto balance de las motivaciones 2 y 3, porque la 1, como corresponde a la propia conservación, es innata, probablemente la última que se pierde, si acaso. La 3 es muy especial, rara, requiere ambiente que lo alimente y aliente. Una cualidad extraordinaria, delicada, se pierde con facilidad. Buen número de dominicanos que poseen esta cualidad ya han buscado otros horizontes, se encuentran en países que los aprecian, donde tienen mejor nivel de vida y cuyo retorno al país ha perdido sentido para ellos, a menos que no sea de vacaciones.

La motivación 2 luce sobredesarrollada en el país donde no se hace nada sin una “recompensa”. Muchos años han servido para ejercitarla. Los dominicanos transitamos ese camino, acicateados además por los malos ejemplos que hemos visto desde la expulsión de Duarte, gobierno tras gobierno. El “amor” a la recompensa o mejor dicho la corrupción, empezó pequeña y ha crecido como un alud imparable: robos de todo tipo, el narcotráfico y asesinatos para hacerse de un celular cuyo dueño entregaba sin resistencia. Ciertamente, es una gran distorsión, que ha arropado las instituciones públicas y privadas, religiosas y laicas en una parodia de Sodoma y Gomorra que como ellas presagia soluciones dramáticas. .

El sobredimensionamiento distorsionado de la motivación 2, ha llevado a perder el respeto a la vida. Todos los días los periódicos traen crímenes cometidos de formas desalmadas. Para culminar la barbaridad, los asesinos se pasean tranquilamente por las calles. Se ha abandonado el instinto de conservación de la vida.

¿Qué hacer para retornar al camino correcto? Una respuesta correcta que se usa mucho aquí es que todos debemos participar en la solución. Sin embargo, ésa no resuelve nada porque “todos” no tiene un líder que emprenda y dirija las acciones necesarias, en consecuencia, las cosas se quedan en el aire. Si alguna autoridad o líder arranca con serias acciones, el pueblo los seguirá. Después de todo es bien conocido que “Obras son amores y no buenas razones”. El pueblo dominicano distingue muy bien lo que son obras de las razones.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas