Motoconchos y deliverys: héroes invisibles de la ciudad

Motoconchos y deliverys: héroes invisibles de la ciudad

Dora Pariente Peña

Cuando la ciudad se tranca en un tapón, cuando el calor aprieta a las dos de la tarde y cuando la nevera está vacía a las nueve de la noche, ¿quiénes siguen moviendo la vida? Los motoconchos y los deliverys. Gente que no sale en las portadas por inaugurar obras, pero que sostiene la microeconomía del barrio, la comida caliente que llega a tiempo y la medicina que no podía esperar. Son eslabones clave de la “ciudad cuidadora”: conectan personas, productos y oportunidades.

Sin embargo, llevan encima un triple peso: riesgo vial alto, calor extremo y estigma. Se les pide velocidad con sueldos bajos, se les exige milagros sin infraestructura segura y, encima, los culpamos del caos que no planificamos. Si de verdad creemos en una ciudad sostenible, justa y humana, toca mirarles a los ojos y construir con ellos.

Lo que ya hacen (aunque no lo miremos bien)

  • Movilidad compartida y flexible: un motoconcho es, en esencia, transporte a demanda para tramos cortos donde el bus no llega o el carro no cabe.
  • Logística de última milla: el delivery reduce viajes individuales en carro para compras pequeñas; bien organizado, baja congestión y emisiones.
  • Economía de barrio: mueven ingresos a colmados, farmacias y emprendimientos locales, justo donde circula la vida cotidiana.

Lo que falta para dignificar y cuidar

  • Calles que cuidan: carriles calmados (30–40 km/h) en ejes críticos y “zonas 30” alrededor de escuelas, hospitales y mercados. La seguridad no es un consejo: es diseño.
  • Paradas dignas y microcentros logísticos: sombra, agua, enchufes/charging, baños limpios y lockers. Si el trabajo es en la calle, la calle debe ser un lugar de trabajo decente.
  • Casco bueno, vida larga: programa masivo de cascos certificados y chalecos reflectivos con QR para emergencias (identificación + contacto). Financiamiento blando y compras colectivas para bajar precio.
  • Transición eléctrica inteligente: incentivos para motos eléctricas y bicicletas de carga donde aplique, con puntos de carga en colmados y estaciones municipales. Menos ruido, menos humo, más salud.
  • Contrato justo en plataformas: tarifa mínima por hora, seguro por accidente y transparencia en algoritmos de asignación. La sostenibilidad también es laboral.
  • Datos que salvan vidas: mapa ciudadano de puntos peligrosos y baches reportados en tiempo real (hola, VíaSegura RD). Abrir datos de siniestros y respuesta para priorizar inversión.
  • Descanso contra el calor: pautas de pausas térmicas, hidratación y sombreaderos en nodos de alta demanda. El cambio climático no es teoría: se siente en el asfalto.
  • Educación vial bidireccional: formación continua para motoconchos y deliverys, pero también para conductores de carros y camiones. Respetar 1.5 m de distancia no es “amabilidad”, es supervivencia.
  • Sello “Entrega Responsable”: reconocimiento a comercios que pagan tarifas justas, ofrecen equipos de protección, clasifican residuos de empaques y eligen rutas seguras.
  • Campaña “Yo te veo”: comunicación pública para bajar el estigma y subir el respeto. La ciudad funciona porque ellos también están.

Economía circular… también sobre dos ruedas

Podemos aprovechar cada viaje para algo más: recolectar envases retornables en la vuelta, llevar compost de barrios a huertos urbanos o entregar kits de reciclaje junto al pedido. Logística inversa con motoconchos y deliverys: pequeñas acciones, grandes sumas. #RevolucionandoDesdeLosResiduos

Un pacto posible en 100 días

  • Municipio: pintar 20 km de carriles calmados, señalizar 50 intersecciones críticas, crear 5 microcentros logísticos con sombra y agua.
  • Empresas y plataformas: casco certificado + seguro para toda persona activa, y tarifa mínima transparente.
  • Comercios de barrio: adoptar el sello “Entrega Responsable” y sumarse a rutas de logística inversa (retornos y reciclaje).
  • Ciudadanía: respetar, ceder paso, reportar riesgos en VíaSegura RD y pedir el casco como pedimos el recibo.
  • Academia/ONGs: monitoreo de calor y seguridad, y pilotos de motos eléctricas con evaluación pública.

No es caridad: es inteligencia urbana. Cada siniestro evitado ahorra dinero público, cada entrega segura sostiene empleo, cada sombra instalada baja estrés térmico. Cuidar a quienes nos cuidan multiplica bienestar.

La próxima vez que llegue la cena caliente a tu puerta en plena lluvia, o que un motoconcho te saque de un tapón imposible, piensa en esto: la ciudad está sostenida por manos visibles que no miramos. Hagamos el pacto. Que “héroes invisibles” sea solo el título de esta columna, y no la forma en que elegimos —o dejamos— que vivan.