LOURDES CAMILO DE CUELLO
Ayer leí tu artículo en el periódico Hoy. A pesar de que no pretendes realizar una apología del Mozart de Milos Forman, te me anticipaste. ¿Sabes? Todos estos años, desde la puesta en cartel por primera vez de la maravillosa película Amadeus, había comentado que para introducir a los niños y jóvenes en el mundo de la música sólo bastaba llevarles a todas las escuelas del país esta película.

No te escondo la gran impresión que produjo en mí.

Recuerdo haberla visto junto a mi hijo Federico con ocasión de una feria del libro celebrada en New York en abril de l984. Dios, fue un enamoramiento de la música de Mozart.

La película toda es una gran obra de arte. Ya lo dices. El director juega con la relación Mozart/Salieri. Pero, ¿Qué de verdad hay en aquella relación? ¿Es cierto todo lo que se sugiere la película? No importa.

Lo importante es el resultado. La cinta está hecha para atrapar a los espectadores. Algunos se quedan en la búsqueda original de la historia pero lo trascendente es que la gran mayoría quedó cautivada con la música de este genio que a los tres años demostró sus increíbles dotes. Milos Forman nos presenta una versión de un Mozart vivo, alegre, hacedor de la música más relevante de toda una época. Quizás es la manera de entusiasmar a las grandes mayorías con la mejor música.

Mozart fue un caso extraordinario de talento y precocidad. Produjo más de 600 obras (sinfonías, óperas, etc.). En él se conjugaba la imaginación desbordante con la técnica de la composición.

Falleció apenas a los 35 años; edad en que muchos dominicanos todavía no han conocido algunos de los verdaderos valores de la música, del arte o de la literatura.

Si pudiéramos llevar el arte, la música, el baile a nuestra población más joven de esta manera, a través de obras de arte no propiamente didácticas, sería la gran conquista de los que deseamos que nuestros hijos e hijas, nietos y nietas se alejen de los ritmos huecos, disonantes, ofensivos al oído.

Mozart es música; es arte; es excelencia.