Más miseria, más champagne

<p>Más miseria, más champagne</p>

JOSE BAEZ GUERRERO
La estadística que la prensa ha estrujado en la cara a quienes todavía tienen conciencia es espeluznante: una cuarta parte de los dominicanos pasa hambre, y ha aumentado la cifra de desnutridos crónicos —con su secuela de atraso mental y mala salud. Al mismo tiempo, las columnas de banalidades sociales revelan que un creciente número de dominicanos consume champagne como si vivieran en París, y en las calles hay más automóviles de gran lujo que en cualquier ciudad de país rico. ¿Qué nos está pasando?

El dato del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU no debería sorprender, puesto que ya era sabido que, como consecuencia del efecto de las quiebras bancarias fraudulentas de 2003 y la política económica del anterior gobierno, la República Dominicana fue hace cuatro años uno de los únicos dos países latinoamericanos donde creció el índice de miseria.

Es una paradoja que habla mal de la sensibilidad de la mayoría del liderazgo dominicano que, al mismo tiempo que un creciente número de niños padece la terrible carencia de la alimentación imprescindible para crecer sanamente, la brecha entre ricos y pobres se va convirtiendo en un abismo insalvable.

Este país siempre ha sido pobre, pero sería necio negar que el crecimiento del último medio siglo es impresionante, y que en sentido general ese crecimiento ha permeado toda la sociedad: se ha expandido la clase media, hay mayor movilidad social, es posible mejorar las condiciones de vida sin tener que engancharse a político o guardia. Sin embargo, cada vez que algún mal gobierno desbarata estos avances disparateando o desenfocándose, el ramalazo lo reciben en mayor proporción los más débiles.

Las razones o raíces de la pobreza están tan estudiadas que casi da asco saber que hay un cuerpo de conocimiento tan vasto sobre un asunto tan opresivo. Es como si los médicos supieran cómo combatir y vencer el cáncer, y carecieran de la voluntad para hacerlo. Hay ejemplos patentes de cómo países parecidos a la República Dominicana han logrado revertir la tendencia a que los pobres sean más pobres mientras el crecimiento enriquece sólo a los ricos. Las peores fórmulas son aquellas que asumen que la riqueza es un pastel estático y que el gobierno debe apropiarse de la mayor parte para redistribuirlo mediante políticas fiscales opresivas. Las maneras más eficaces han funcionado proponiendo que el gobierno debe estimular por todas las maneras posibles la inversión, la creación de empleos en el sector privado, la reducción de los impuestos y fomentar un clima de transparencia y estabilidad que atraiga a la inversión extranjera.

A mi juicio el actual gobierno entiende todo esto, pero luce atrapado en medio de una lucha entre representantes de intereses contrapuestos, que paralizan muchas iniciativas. Por ejemplo, la impunidad y la debilidad de la justicia espantan la inversión extranjera; pero un sector importante del gobierno no luce comprometido con esa lucha. Otro ejemplo: la entrada en vigencia del DR-Cafta implica una reorientación de las fuentes de ingresos del erario, pero el gobierno parece preferir continuar beneficiándose del cobro de impuestos y aranceles que se reducirán o desaparecerán cuando entre en vigencia el tratado de libre comercio.

La mayoría de los dominicanos pensantes sabe perfectamente que muchísimas pequeñas injusticias deben corregirse para que el país despegue, pero muchísimos otros siguen comprometidos con defender causas o privilegios indefendibles, como la impunidad, con mil formas de corrupción. La parálisis que provoca esa lucha es lo que mata de hambre a los niños desnutridos, y al mismo tiempo pone champagne en las mesas de mucha gente carente de virtudes, que pasaría vergüenza explicando a sus hijos el origen de sus fortunas.
j.baez@verizon.net.do

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