Más sobre perfume de los marginados

<p>Más sobre perfume de los marginados</p>

  LUIS ACOSTA MORETA
En los últimos años, en tantas ocasiones que ya ni recuerdo, he peinado el país de punta a punta, de cabo a rabo, como diría un campesino de monte adentro, y una de mis principales preocupaciones, ha sido determinar si hay baño, o en qué zonas los campesinos hacen sus necesidades fisiológicas.

Recuerdo, por el impacto que me causó, en una ocasión que llegué a las seis de la tarde a un barrio de la zona Oeste de la provincia de Santo Domingo, y las personas residentes en el área hacían una larga fila para ir al único sanitario disponible. Pregunté si todos los moradores de esa comunidad estaban allí, y me respondieron que no, que los otros se encontraban en el monte cercano.

Los que se desesperaban por la fila interminable decidieron ir al monte cercano y, entre cadillos y cañas, se agachaban para hacer sus necesidades fisiológicas, mientras conversaban con sus compañeros de servicio, en regresión a la antigua Grecia.

Más que una anécdota, es lastimoso que casi el 80 por ciento de los residentes en la zona rural, o en los barrios marginados, tengan que hacer sus necesidades a campo abierto, iniciando un ciclo de deficiencias sanitarias, que terminan con brotes epidémicos incontrolables.

En la zona rural no sólo se carece de agua potable para cocer los alimentos, para beber, para lavar la ropa o la higiene del hogar, sino que es necesaria buscarla en el río o el pozo más cercano, donde el preciado líquido está altamente contaminado por las heces fecales. En este círculo del subdesarrollo, que lucha el presidente Fernández para acabar, la deposición de la madrugada, retorna a la casa en el agua contaminada, con la cual se cuecen los alimentos o se abrevia la sed al mediodía o en la cena.

Pero no hay que ir tan lejos, en Santo Domingo, en los barrios de las cañadas al lado del río Ozama, también existen esas condiciones degradantes. En una ocasión que regalaba gatos para acabar con los ratones, pregunté por el baño, y me señalaron las aguas grises de la ría Ozama. Los moradores de esta zona hacen sus necesidades en fundas plásticas, y luego las lanzan al río, o al medio de las calles.

Los dominicanos tenemos que hacer un esfuerzo mayúsculo para dotar a cada hogar de un excusado, que puede ser una simple letrina o un moderno sanitario, pero hay que rescatar el honor de la familia dominicana, y enfrentar la dura realidad de que miles de personas tengan todos los días que hacer sus necesidades fisiológicas en una funda, o aplastados junto al surco donde minutos después comenzarán a sembrar las cepas de los diferentes cultivos.

Estamos trabajando para lograr la necesaria modernidad en la sociedad dominicana, pero al mismo tiempo impulsamos reformas sociales que son efectivas, y que van a solucionar males ancestrales. Cuando una persona hace sus necesidades a ras de tierra, a campo abierto, da a graves brotes epidemémicos, que para ser paliados el Estado y el sector privado tienen que invertir millones de pesos.

Junto al mouse, al lápiz y al cuaderno, tenemos que tener el papel sanitario. No podremos alcanzar el máximo desarrollo educativo y social, si por las mañanas,millones de dominicanos infectan la tierra de desechos inorgánicos, al limpiar sus intestinos sin la mínima dignidad que merecen como seres humanos.

Por suerte, el camino del progreso está abierto, y se necesita la concertación y el entendimiento de todos los dominicanos, para que podamos llegar a una meta donde se garanticen los servicios sanitarios, y la educación de la familia dominicana. La marginalidad puede ser vencida, por lo tanto sembremos el árbol de la esperanza, y abonémoslo con el diario trabajo reivindicador.

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