El mayor responsable del fracaso energético dominicano ha sido el Estado; el de ayer, el de hoy y el que vaya camino al futuro, por lo visto. No sólo por imprevisor del crecimiento de la demanda de la electricidad para promover inversiones oportunas. También por su liviandad ante los entes privados del sector, sobre todo cuando se ha tratado de extranjeros. Contratos leoninos; generosidades y permisividad para que obtengan ganancias y hasta le fallen al país. El sector público ha llegado al colmo de entregar en baratillo partes del negocio para luego recomprarlas como si se tratara de bienes de primera. Véanse los casos Edes.
Pero el comportamiento descuidado de autoridades que es de rigor condenar aquí y ahora es el de la olímpica tolerancia al fraude eléctrico y al aprovechamiento irregular del fluido por particulares. Ni como regulador, disponiendo de instrumentos legales para poner en orden las cosas; ni como distribuidor mismo de energía han servido los Gobiernos ni sus entidades descentralizadas para regular el mercado y reducir pérdidas de forma algo más que simbólica. Aguajes retardados para formalizar la penalización del robo eléctrico (hurto patente que no necesitaba precisiones) y luego inoperancia en aplicar esas supuestas nuevas reglas del juego.
El Casabito de nuestras penas
Por el esplendor de su vegetación, las bondades de sus temperaturas de altitud y los volúmenes de producción agrícola, Constanza merece ser apreciada como una niña linda del territorio nacional. Apena saber lo difícil que resulta llegar hasta ese valle o desde él trasladarse al resto del país. Caminos empinados de terrenos frágiles a un lado y abismo al otro. La lluvia sobre la inconsistente corteza terrestre se ha convertido en un riesgo permanente. Y lo cierto es que para eliminar de manera definitiva tales riesgos, será necesario realizar importantes inversiones viales.
Constanza y el país, como un todo, lo merecen. La ruta hasta esa montañosa y provechosa zona debe ser de primera categoría. Ampliándola, reforzando con obras de ingenería los laterales peligrosos; reduciendo curvas, señalizándola al máximo. Cuando a Constanza se pueda viajar con celeridad y seguridad sentiremos que ese maravillo sitio nos pertenece más.