Mucho cuidado, ese es mi país

Mucho cuidado, ese es mi país

MIGUEL AQUINO GARCÍA
Qué buena impresión dejaron en mí las palabras que con tanta propiedad e inteligencia le oí pronunciar al jefe de la Policía general Manuel de Jesús Pérez Sánchez, en el programa «Señales», de fin de semana. Es muy reconfortante ver que esa alta posición la desempeña un joven oficial con claras ideas de lo que debe ser su misión como máximo encargado del orden. Refirió como el nuevo sistema de reclutamiento de agentes del orden incluye ahora «la prueba del barrio», en la que se recaba información directamente de la gente de la barriada donde vive el futuro policía para asegurarse que no tiene antecedentes de mala conducta o hábitos contrapuestos con las buenas costumbres que lo harían inepto para convertirse en policía.

Habló el general de cómo el paso por la policía se contempla como toda una carrera profesional, como debe ser, que sus miembros están siendo adecuadamente entrenados para cumplir su función, y del sistema de apoyo de éstos y sus familiares con seguro médico, vacaciones y estímulos constantes para que exhiban la buena función que la sociedad espera de ellos.

Pero sucede que a pesar de las bien articuladas y estimulantes palabras del joven general, yo notaba como por momentos y sin quererlo, yo me distraía y dejaba de oírlo por varios segundos antes de poder volverme a reorientar con sus palabras. Y entonces me di cuenta de cuál era la causa de esta involuntaria distracción: claro, era el quepis del general con franjas doradas y los brillosos ribetes de las hombreras de su uniforme de oficial. Situado en el medio de los dos periodistas que le interrogaban, el aparatoso uniforme parecía por momentos ahogar sus inteligentes e interesantes palabras, particularmente ese quepis dorado que comandaba la escena en su conjunto, y que por momentos me cegaba la visión. Ese símbolo de poder instintivamente usado para separar lo civil de lo militar, para establecer cuál es la figura de autoridad en mudo y respetable lenguaje.

Pero el dinámico general Pérez Sánchez es muy joven para darse cuenta de dónde provienen las poderosas fuerzas de lo incógnito y tradicional, que le pusieron ese quepis de jefe en la cabeza a él y a todos los que mandan en este país. Esas fuerzas del pasado vienen de Trujillo, mi general, del generalísimo y jefe, para quien la aparatosidad y teatro del poder eran tan importantes como el ejercicio del mismo. Desde su inicio, Trujillo se propuso superar los igualmente aparatosos uniformes y gorros de Lilís, quien le había precedido en el empeño de la ostentosa imagen del poder. Era una manera gráfica de vencer el ostracismo social que ambos dictadores habían padecido previo a su llegada al poder, eran y siguen siendo los quepis que hasta el sol de hoy continúan anunciando la llegada y presencia del poder, que debe ser registrado, entendido y respetado por los mundanos gobernados.

Volvimos a ver los quepis del poder en la misma pantalla de televisión y en la cabeza de varios generales parados a las espaldas del señor Presidente, mientras éste dirigía su discurso al Senado. Por donde se mueve la autoridad, inevitablemente se mueven esos quepis; solo hay que recordar la figura del Presidente Mejía en un yate en Las Canarias, rodeado de sus uniformados quepis, para espanto de los televidentes españoles, que no sabían qué interpretación dar a aquella dantesca escena de invitados ataviados con quepis y uniformes en medio de un yate de placer en alta mar.

La separación entre jefes y subalternos y la necesidad de acentuar la misma, desde hace tiempo desbordó los recintos militares para invadir la sociedad civil, donde los títulos y privilegios sustituyen los quepis. Así, por ejemplo, al entrar al parqueo público de la Isabel La Católica me tocó «amagar» varias veces antes de poder parquearme, pues los espacios libres de los niveles más bajos del parqueo están todos asignados a incógnitos jefes, «oficial de negocios» decía el letrero, «gerente de negocios» decía otro, «oficial de auditoría», un trabajo peligroso en estos tiempos; «oficial de reserva y caja», sin que nadie sepa a qué reserva ya a qué caja se refiere; «oficial de operaciones»… vaya usted a saber de qué operaciones se trata; «oficial de telemercado»; leyendo letreros de jefes me tocó llegar al nivel E (quinto nivel), antes de finalmente poder parquearme en un mundano y solitario hueco.

Y alguna gente se pregunta cómo un país tan pequeño puede tener tantos quepis y tantos jefes, pero ese es mi país, compadre, un país de jefes…

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