Muchos dirigentes se han quedado en el camino

Muchos dirigentes se han quedado en el camino

Desde 1961 a la fecha, muchos dirigentes políticos con excelente preparación y grandes cualidades, no lograron desarrollar todo su potencial, por cuanto prefirieron destacar sus dotes de polemistas sin desperdiciar oportunidades para debates y pugnas, antes que dedicarse a construir fuerzas internas en sus partidos, y a crear perfiles capaces de despertar confianza y seguridad en todos los segmentos sociales. Otros fueron víctimas de la decepción o desesperación. Algunos prefirieron dedicar mayor tiempo a sus actividades privadas o profesionales.
Este fenómeno se ha producido en dirigentes de partidos mayoritarios y en organizaciones que subsisten como emergentes. También de otras que han desaparecido o se han reagrupado, en razón de que sus dirigentes no han podido coexistir. Todo ese potencial se ha quedado rezagado, porque no han comprendido la composición social dominicana aún habiéndola estudiado, o porque prefirieron convertirse en francotiradores de todo cuanto se mueva a su alrededor. Descuidando, por supuesto, tareas fundamentales para captar la simpatía y el apoyo necesario de sus colegas, compañeros, camaradas o como se les llame en cada organización.
Porque el objetivo de todo dirigente político ha sido y es, además de mantener actitudes auténticas y coherentes, lograr posiciones importantes dentro de sus organizaciones, para luego proyectarse ante la sociedad. Y desde ahí, escalar posiciones cimeras en los organismos del Estado para llevar a cabo sus proyectos. Pero lamentablemente muchos dirigentes se han confundido de objetivos, y el país no ha tenido la oportunidad de contar con sus servicios.
Por esas y otras razones, siempre ha sido prudente y sensato ver la historia y analizar el comportamiento de los que han podido desarrollarse plenamente. No porque quienes han tenido éxito no hayan cometido errores, o porque sus conductas sean tan correctas, impolutas o ejemplares como fuera deseable; sino porque los dirigentes no pueden jugar a la política como si estuvieran en programas para complacer peticiones, o para que algunos les haga coro diciéndoles: ¡qué bien, sigue así, cuenta conmigo! Porque la mayoría de esas opiniones no necesariamente son sinceras o no sirven para nada, si no van acompañadas del trabajo consistente y de la sensatez que las personas les suponen a quienes pretenden dirigirlos, incluso dentro de los escenarios con posiciones más radicales.
Solo algunos dirigentes han podido surgir, mantenerse y lograr dimensiones nacionales. Porque la gente los ha considerado con el grado de sensatez suficiente para que en momentos especiales los represente. Porque las posiciones duras, encarnizadas, francotiradoras o levantiscas, no son suficientes para captar simpatías duraderas en democracia.
Pueden crear entusiasmo pasajero en determinadas circunstancias, pero no los necesarios para convertirlos en dirigentes con dimensión suficiente para cobijar mayorías determinantes y duraderas. Así lo ha demostrado nuestra historia. No es un nuevo descubrimiento que la sociedad dominicana tiene tendencia a la moderación, y si se quiere al conservadurismo. La guerra de abril lo demostró, cuando solo un grupo enfrentamos el golpe de Estado y la intervención. Y en los procesos electorales, una inclinación por aquellos que a juicio popular representan menor riesgo.

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