Muchos tumores y un solo cirujano

Muchos tumores y un solo cirujano

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Todo anda revuelto en nuestro país. Han desaparecido los tres lideres que nos marcaron la tónica política durante décadas. Balaguer, Bosch y Peña Gómez ya no existen. Sus discursos y declaraciones, gestos y actitudes, manías y prejuicios, condicionaron una vez la vida colectiva de los dominicanos. La presencia publica de estos dirigentes disparaba los resortes sociales de todas las clases que componen la población de Santo Domingo. Cada grupo podía adscribirse a una tropa determinada. Pero los lideres mismos pactaban arreglos entre ellos, por encima de las cabezas de sus respectivos seguidores. En momentos de crisis «gobernaban» de manera «colegiada». Hoy los tres personajes son meros recuerdos, invocaciones retóricas, referencias históricas.

Es obvio que tenemos huecos en el liderazgo de la sociedad dominicana. Para que un liderazgo funcione «orgánicamente» es preciso que los lideres sean varios y que interactúen. La desaparición de los viejos lideres ha aflojado la cohesión de grupos y clases. Las antiguas adhesiones a este o aquel líder determinado se han vuelto borrosas. Cuando no hay lideres visibles y caracterizados, cualquier actor de menor cuantía siente la tentación de ser protagonista. Surge la pretensión de mandar en el desierto que dejan los conductores muertos. Los puestos vacantes, sin embargo, no pueden ser desempeñados satisfactoriamente por «cualquiera que aparezca». El único de los tres partidos tradicionales que ha encontrado un relevo adecuado es el PLD.

El problema del liderazgo – importantísimo – no es el único que confrontamos. Hemos perdido la fe en la posibilidad de que se operen «cambios positivos» en la organización colectiva. Todos dicen: esto, no es que no marcha bien, es que no marcha en absoluto; no vamos, como nación, a ninguna parte. Los auténticos dirigentes, por el solo hecho de ser aceptados y apreciados, crean confianza a su alrededor; por eso logran «motorizar» la actividad de personas, grupos, estamentos profesionales o económicos.

Los dominicanos de hoy viven abatidos por el desorden: en él transito de vehículos, en la administración publica, en la judicatura, en las cárceles, en él ejército, en la policía. Ese desorden, generalizado y profundo, mata las esperanzas de la comunidad. Grandes porciones de la sociedad dominicana creen que «es inútil luchar»; que es preferible y más practico ejercer «la acomodación»: adaptarse o amoldarse al desorden reinante. Seguir la corriente significa optar por la línea de menor resistencia. Así, las instituciones languidecen sin respeto alguno.

Cada asunto publico se nos presenta con el aspecto de una puerta cerrada, de un muro infranqueable. Tenemos acuñada la expresión: «la ficha del tranque», para dar nombre a los diversos caminos bloqueados: que el Senado no aprobará tal o cual proyecto de ley, que el grupo de poder este o aquel se opondrá tajantemente a esto o aquello, que el bloque legislativo equis rechazará cualquier reforma al reglamento A o B. En los partidos políticos también se ha establecido la practica de «parir velocípedos»… con enorme dificultad. Parece no gustarnos el parto normal.

A todo esto se añade el auge de los procedimientos tortuosos y bandidescos. Casi todas las actividades publicas están dominadas por maleantes. Cualquier gestión en oficinas gubernamentales requiere una trampa, grande o pequeña; desde obtener una licencia de conducir automóviles, un permiso para portar armas de fuego, hasta solicitar el titulo de propiedad de un terreno para una tumba en el cementerio. En todas partes nos acechan tiparracos desfachatados que nos exigen tributos para «facilitar» los procedimientos burocráticos. La extorsión, el chantaje, están a la orden del día. No hablemos de ladrones y atracadores.

Las cosas han llegado a un punto tal, que es frecuente oír consejos amistosos – filosóficos y procedimentales -, que nos recomiendan imperativamente: «Aquí hay que dar cuartos; de lo contrario, no se consigue nada!» Otras veces es el propio funcionario quien declara agresivamente: «!Hay que cantearse, ya lo saben!» El reciente descubrimiento de un alijo de 1300 kilos de cocaína, transportado por militares y policías en servicio activo, ha puesto «la tapa al pomo». El desaliento ha calado hondo.

Para cerrar esta nota hay que agregar que no disponemos de energía eléctrica servida con regularidad; y que nuestro desarrollo económico arrastra un pesado lastre financiero. La deuda externa, el déficit fiscal, las cargas operativas del Banco Central, nos oprimen severamente. Es menester que este año nuevo reflexionemos, con firmeza y asiduidad, hasta encontrar las vías para rehacer las esperanzas políticas, la fe en el porvenir económico de la sociedad dominicana. Son muchos los «tumores»; muy pocos los cirujanos y camilleros.

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