MÉXICO. AP. El secretario de Gobernación mexicano Francisco Blake Mora era la figura clave del gobierno en la sangrienta guerra del país contra el crimen organizado, y muchos lo consideraban el símbolo de la determinación gubernamental por combatir el narcotráfico pese al creciente número de muertos en esa lucha.
Blake Mora falleció ayer junto con otros siete funcionarios, al caer el helicóptero en el que se dirigían a una reunión de procuradores de justicia. Tenía 45 años.
Se ganó su prestigio al combatir la violencia de los cárteles narcotraficantes en Baja California, su estado natal, al fomentar una cooperación estrecha entre fuerzas militares y autoridades civiles.
Promovió incansablemente esa misma estrategia como el funcionario más importante del gabinete del presidente Felipe Calderón. Era el principal encargado de la lucha que libra el país contra los narcotraficantes.
Encabezó también las campañas para depurar las policías estatales y locales, donde la corrupción es rampante.
Buscamos establecer un sistema de justicia que impida también la impunidad y atienda las demandas y necesidades sociales en torno a la justicia social, dijo el secretario este año, durante un encuentro entre funcionarios. Blake Mora era, por encima de todo, un gran mexicano que amó profundamente a la patria hasta el último instante de su vida, dijo Calderón, visiblemente conmovido, en un mensaje a la nación, en el que tuvo que hacer varias pausas, luego de que se le pareció quebrar la voz.
Hoy, México ha perdido a un gran patriota… yo he perdido a un entrañable amigo, dijo Calderón.
El secretario de Gobernación es una suerte de ministro del Interior y el segundo funcionario federal de mayor importancia, después del presidente. Entre sus áreas de responsabilidad figuran la seguridad, los derechos humanos, la migración y la relación del mandatario con el Poder Legislativo y con los partidos de oposición.
La clave
1. Ciudades con violencia
Blake Mora viajaba frecuentemente a ciudades plagadas de violencia, para reunirse con los funcionarios locales y estatales de seguridad, muchas veces rebasados por la delincuencia. Ahí, solía prometer el reforzamiento de la presencia de las fuerzas militares y de la policía federal. Aseguraba que no se marcharían sino hasta que fueran desmanteladas las organizaciones criminales.