Muere persona más vieja del mundo

Muere persona más vieja del mundo

GUAYAQUIL, Ecuador (AP).– María Esther de Capovilla, la persona más longeva del mundo según registro del Libro Guinness, murió a los 116 años de edad, confirmó ayer, lunes, su nieta. La anciana fue enterrada ayer, lunes, tras una ceremonia religiosa en esta ciudad de la costa ecuatoriana y a la que asistieron unas 200 personas, entre familiares y amigos cercanos.

El acto, que se cumplió en una sala de velaciones de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, fue presidido por los tres hijos de María Esther: Hilda, de 81 años, Irma, de 79 y Aníbal, de 78.

Los restos de la anciana, vestida con un impecable atavío blanco, reposaban al interior de un ataúd aparentemente de caoba, al cual se acercaron algunas personas previo al acto religioso.

Después de la ceremonia, el cortejo fúnebre se dirigió caminando por unos 300 metros hasta un imponente mausoleo familiar, estilo griego, en el Cementerio General. Al sitio del último adiós no tuvo acceso la prensa, ni los amigos de la anciana.

El joven Rodrigo Chiriboga, de 14 años y bisnieto de la fallecida, acompañó al cortejo fúnebre portando un ramo de rosas blancas.

La anciana iba a cumplir 117 años pronto, el 14 de septiembre. Había nacido en 1889, el mismo año que Charlie Chaplin y Adolf Hitler, y fue viuda desde 1949.

Cecilia Icaza, aseguró a la AP que su abuela poco antes de morir el domingo repetía «quiero ser joven de nuevo’’ y que en ocasiones llamaba a una de sus hijas muerta, Enma, a quien pe pedía «ven llévame contigo’’.

Manifestó que la semana pasada «mi abuelita se puso un poco agripada, como ella prácticamente pasaba más tiempo acostada, estaba muy débil … la internamos en el hospital militar de Guayaquil, donde se empeoró y murió’’.

«Mi abuelita de por si era una mujer callada, pero ella ya no hablaba mucho’’, aseveró.

María Esther de Capovilla tuvo cinco hijos, de los cuales tres están vivos: Hilda, Irma y Aníbal. Tiene 11 nietos, 20 biznietos y 5 tataranietos.

Según Robert Young, experto en gerontología del Libro de Récords Guinness, ahora probablemente una anciana estadounidense de Tenesí, Elizabeth Bolden, haya pasado a ser la persona más vieja del planeta. Bolden nació en 1890, por lo que recién cumplió 116 años.

La editorial Guiness hará un anuncio oficial al respecto en Londres.

En tanto, el puertorriqueño Emiliano Mercado Del Toro es oficialmente el hombre más longevo del mundo, con 115 años.

Poco después de cumplir cien años, en la misma época que cayó el muro de Berlín, María Esther de Capovilla sufrió de unos cólicos abdominales que mermaron su salud, lo que hizo que un sacerdote le oficiara los santos óleos.

Ante la sorpresa de todos, se recuperó y 16 años después fue declarada por el libro de récords Guinness como la persona más anciana del mundo.

El 9 de diciembre del 2005 fue confirmada como tal, luego de que su familia enviara a la publicación británica certificados de nacimiento y matrimonio.

«Para todos los propósitos prácticos, la siguiente persona más anciana sería Elizabeth Bolden. Ella tiene 116 años, pero ella nació 11 meses después que Capovilla’’, añadió Young.

En su juventud, María Esther fue un ama de casa que disfrutaba del bordado, la pintura, tocar el piano y bailar vals en las fiestas de la familia.

En una entrevista concedida a AP en diciembre del 2005, su hija Irma relató que su madre, durante la niñez y juventud, visitaba frecuentemente una hacienda, donde tomaba leche de burra y vaca.

Siempre cumplió reglamentariamente con las tres comidas del día: desayuno, almuerzo y merienda, «no como ahora que la gente no come bien y todo es procesado. Antes se comía todo fresco. ¨Cuándo una gallina congelada? Todo era al momento’’, había asegurado.

Desde hace 20 años María Esther vivía con su hija Hilda y su yerno Martín, en cuya casa le gustaba pasar sus días mirando televisión, leyendo los titulares de los periódicos con cierta dificultad, pero sin nunca usar lentes.

Como mujer fervientemente católica, María Esther rezaba al pie de la letra el Ave María y el Padre Nuestro, y recibía el sacramento de la comunión cada viernes en su casa.

Caminaba con dificultad tomada de los brazos por sus familiares y una joven que la atendía las 24 horas, pero nunca necesitó de bastón, andadores o sillas de rueda, según sus allegados.

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