Mueren 38 reos en cárcel de Río de Janeiro

Mueren 38 reos en cárcel de Río de Janeiro

RIO DE JANEIRO (AP).- Una sangrienta revuelta de tres días provocó la muerte de al menos 38 reclusos, algunos de ellos mutilados o quemados, en un centro de detención en Río, en una nueva evidencia del dramático hacinamiento en las prisiones del país más grande de Latinoamérica.

Los funcionarios e investigadores temen que el número de muertos sea aún mayor, dijo el martes Raphael Martins, un vocero de la policía en Río.

Fue la segunda matanza entre prisioneros en menos de dos meses.

«Vi cadáveres sin cabeza… restos humanos esparcidos por el piso», dijo el diputado Geraldo Moreira, de la asamblea legislativa de Río de Janeiro y presidente de la comisión de derechos humanos de ese poder estadual.

«Confieso que estoy medio aterrado», agregó en declaraciones difundidas por una agencia noticiosa oficial. «El sistema (de prisiones) tiene que ser urgentemente repensado…no puede ser una máquina de matar seres humanos», agregó el legislador.

La escena dentro de la prisión era la de una carnicería, con miembros humanos lanzados en desechos de basura.

El motín, que estalló el sábado, se produjo en el centro de detención Benfica, de Leopoldina, en el norte de Río. La prisión fue habilitada hace sólo dos años, entre una barriada (favela) gigante al frente y dos escuelas públicas atrás.

En aquella primera jornada escaparon, según la versión oficial, 14 de los 900 internos, y tres fueron recapturados.

Parientes y amigos se aglomeraron frente a las escuelas próximas a la prisión esperando noticias sobre el nombre de las víctimas.

«Estamos desesperados por noticias», dijo Rita de Cassia, cuyo hijo es uno de los reclusos en Benfica. «No nos dicen absolutamente nada», agregó, tras indicar que se había desmayado por la angustia de ignorar la suerte de su hijo.

«Es una tragedia que suscita toda nuestra preocupación, compasión y solidaridad con las familias de las víctimas», dijo el ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, desde Fortaleza, al noreste de Brasil, donde asiste a una conferencia de ministros de Justicia Iberoamericanos.

Paulo Ferreira, del sindicato de guardias penitenciarios dijo a reporteros que desde abril y por última vez el viernes pasado las autoridades del estado de Río habían sido alertadas sobre la posibilidad de una revuelta.

«No nos hicieron caso», aseguró.

En Brasil «vemos las fotos de una cárcel en Irak y todo el mundo queda impresionado», dijo Cecilia Coimbra, del grupo no gubernamental Tortura Nunca Más. «La gente no se da cuenta que eso (en Irak) es lo que pasa todos los días en prisiones de Río de Janeiro y otros estados de Brasil», agregó en declaraciones por teléfono.

La sospecha es que bandas rivales aprovecharon la confusión del intento de escape del sábado para ajustar cuentas con enemigos.

La reyerta se produjo poco más de un mes después que un motín dejará 14 reclusos muertos, al menos cinco de ellos mutilados y decapitados, en la prisión estatal de Urso Branco, en Porto Velho, capital del estado de Rondonia.

La semana pasada Amnistía Internacional emitió un informe condenando las «crueles, inhumanas y degradantes condiciones» en las cárceles de Brasil así como los centros juveniles de detención, en un sistema que alberga en todo el país 285.000 reclusos, pero que está construido para 180.000.

El motín en la prisión de Río -un centro de custodia de detenidos que aguardan juicio- comenzó cuando varios prisioneros intentaron fugarse y atravesaron el portón principal de la cárcel. Cuando intervino la policía, los presos atacaron a los agentes, les quitaron las armas y tomaron 26 rehenes entre guardias y empleados de la prisión.

Los presos rebeldes desistieron de su actitud cuando la policía, cediendo a uno de sus reclamos, trajo al reverendo Marcos Pereira da Silva, un pastor evangélico que ha ayudado a resolver otros motines carcelarios y cuenta entre sus feligreses a los familiares de conocidos narcotraficantes.

Los presos liberaron a dos rehenes el sábado, otros dos el domingo y tres el lunes por la tarde, pero también dispararon el domingo a un guardia cuando intentó escapar. El funcionario, de 42 años, murió camino del hospital, dijo Teresa Mendes, vocera del sistema penitenciario.

Familiares de presos acampados frente a la prisión dijeron que la policía mató al guardia, al confundirlo con un preso.

Las revueltas y motines en las hacinadas prisiones de Brasil son frecuentes, con muchas de las cárceles plagadas de bandas, algunos de cuyos miembros manejan sus imperios de tráfico de drogas desde la rejas, utilizando teléfonos celulares.

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