POR LAURA CAMINERO
Seguramente hemos escuchado algunos casos de niños que con pocos días de nacidos mueren de repente sin causa justificada y sin padecer ninguna enfermedad.
El síndrome de muerte súbita del lactante, o más comúnmente llamado muerte blanca es, desde hace tiempo, una gran preocupación para los padres, ya que puede ocurrir en bebés aparentemente sanos. Según los estudiosos del caso, este puede presentarse desde el nacimiento hasta los cuatro meses de edad. Aún no se ha establecido la causa específica, a pesar de investigaciones realizadas en niños que mueren repentinamente.
Sin embargo, es bien sabido que, contrario a años anteriores, existe alguna incidencia en la postura en que recomendaban en el pasado poner a dormir a los recién nacidos, que era boca abajo. Estudios realizados desde el año 1992 a la fecha arrojaron que la forma correcta de acostar a los bebés es boca arriba y preferiblemente hacia un lado, aunque para ello debamos ayudarnos de un posicionador, que podemos encontrar en tiendas para bebés. Según los expertos, algunas víctimas dormían en colchones blandos que, al encontrarse el niño boca abajo, no permitían la expulsión de dióxido de carbono y es por esto que muchas veces el niño respiraba sus propias inhalaciones con lo cual aumentaba el nivel de dióxido en la sangre. Lo recomendable es no acostar a los bebés en un colchón muy suave que pueda doblarse o con sábanas que puedan cubrirle o amontonarse en su cara. Bajo ningún concepto deben dejarse en la cuna del bebé almohadas, frazadas, muñecos de peluche o cualquier otro elemento que pueda interferir en la respiración del bebé o asfixiarlo. Para evitar tener que cubrirlo con mantas si hace frío y no exponerlo, póngale un pijama entero de una sola pieza con medias y unos guantecitos en sus manos y mantenga la temperatura agradable para él. Debemos tomar en cuenta atentamente estas recomendaciones, ya que cualquier descuido en las condiciones de dormir que tengamos con un recién nacido, puede dar origen al Síndrome de Muerte Súbita.