Muerte cardiaca repentina

Muerte cardiaca repentina

Siendo todavía muy niño noté una casilla vacía en el árbol genealógico familiar. Cargado de curiosidad infantil pregunté a mamá sobre el paradero de la abuela materna. En el fondo de un baúl teníamos bastante fotos en blanco y negro de tíos y abuelos pero me intrigaba el misterio de una imagen que faltaba. Relataba mi progenitora que contando ella con apenas 17 meses de nacida, ocurrió el devastador ciclón de San Zenón en fecha 3 de septiembre de 1930.

Angustiada por encontrarse separada de sus vástagos, preguntó mi abuela por la suerte de sus hijas e hijo, siendo falsamente informada de que todos ellos habían fallecido tras el siniestro atmosférico. Narraron los testigos que la agobiada mujer se desplomó inmediatamente en el pavimento, falleciendo en el acto. Se le cayeron las alas del corazón tras el impacto de la noticia, aseguraba la hija. Crecí convencido de que la bomba cardiaca era una especie de pájaro atrapado en la jaula torácica.

Mi errada creencia si fortaleció en el 1961 cuando ingresé al Instituto de Anatomía de la Universidad de Santo Domingo. Allí durante la práctica de disección pude identificar los dos apéndices auriculares, los cuales interpreté como las piezas anatómicas responsables del deceso prematuro de la abuelita ausente. Lejos estaba de pensar que gran parte de mi vida profesional la dedicaría a negar el mito del corazón alado, así como a determinar las causas y maneras de muertes de las personas.

El deceso brusco y sorpresivo de un ser querido genera un desagradable impacto social, acompañado de una serie de incógnitas que el patólogo forense debe responder de manera certera y precisa luego de concluida la necropsia.

Más de la mitad de los fallecimientos bruscos e inesperados en adulto son el producto de un mal funcionamiento del corazón, casi siempre debido a un daño causado por estrechamiento u oclusión de las arterias coronarias, hipertensión arterial, o como complicación de una diabetes mellitus.

Si no hay testigos al momento del evento fatal es de rigor asegurarse de la ausencia de violencia física, química u otra naturaleza. El enfoque metódico, guiado por un protocolo previamente consensuado ofrece la garantía de unos resultados de autopsia confiables y fidedignos de gran utilidad para el sosiego de una familia, uso estadístico de Salud Pública, e importante aval jurídico.

Erróneas creencias, equivocados diagnósticos y falsas acusaciones son despejadas luego de un informe de autopsia cuyas conclusiones se basen en evidencias concretas macroscópicas, microscópicas, toxicológicas y analíticas, aunadas a datos de escena y circunstancias concordantes. El aparato cardiovascular requiere de una inspección médica periódica, a fin de enmendar cualquier falla, hija del desgaste por el uso o abuso continuo de ese maravilloso sistema de bomba orgánica. El vicio del tabaco, el estrés prolongado, la mala alimentación, la obesidad, hipertensión arterial, diabetes y el hábito sedentario son factores que reducen la vida útil del corazón.

El desamor, la angustia, la tristeza y el dolor son temas que apasionan al poeta. También maltratan la máquina responsable de continuamente llevar oxígeno y nutrientes al cerebro, el más noble, sensible y desarrollado de todos los órganos que componen el cuerpo humano. Cuidemos el corazón y así evitaremos una fatal parada repentina.

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