Muerte infantil evitable

Muerte infantil evitable

Hará cerca de seis décadas  que mi mente casi virgen e inocente registró uno de los momentos más tristes y bellos, el cual ha resistido la prueba del tiempo sin que se borre. Me refiero a la primera vez que concentré la mirada sobre la cara descubierta del cadáver de un niño.

Apenas había vivido éste unos 15 meses y sin embargo lucía de menos edad. El cuerpo sin vida estaba tendido dentro de una caja rústica de madera, empapelada con adornos de distintos colores que incluían el blanco, el rojo, el amarillo y el verde, entre otros. Durante el velorio la gente cantaba y los adultos tomaban alcohol,  en tanto que la madre del menor lloraba. Mi abuela me comentó que ese niñito viajaría directamente al cielo para convertirse en un angelito que viviría toda la eternidad al lado de Dios. Confieso que en ese instante deseé ocupar el lugar del recién fallecido.

Años después me enteré de la causa del deceso de aquel angelito. Había sucumbido en medio de un brote local de difteria. De poco valieron los brebajes caseros; la familia no disponía de los recursos para trasladar el bebé a la ciudad para recibir el suero antidiftérico que ya para ese entonces existía.  Ahora en pleno siglo XXI y en la ciudad primada de América otra madre lleva el fruto de su vientre de apenas 18 meses a un centro de salud en Santo Domingo Este, aquejado de fiebre, vómitos y manchas hemorrágicas en la piel. Los médicos tratantes le indicaron acetaminofén para la fiebre y dijeron que se trataba de un problema de alergia, despachando al paciente para la casa.

El enfermo empeoró su curso. El vómito aumentó en frecuencia e intensidad, la fiebre siguió, las manchas de sangre se esparcieron por todo el cuerpecito y mucosas, agregándose a ello un estado de somnolencia que terminó en coma y muerte. Esta última se produjo en la emergencia del Hospital Robert Read Cabral. La autopsia evidenció una aguda inflamación y congestión de las meninges cerebrales, acompañada de hemorragias de ambas glándulas suprarrenales, todo consecuencia de una fatal infección por Neisseria meningitidis. Este complejo síndrome se denomina enfermedad de Waterhouse- Friederichsen.

La Neisseria meningitidis también llamada meningococo es un germen bacteriano gramnegativo que usualmente penetra al organismo a través de la nariz. En las personas no inmunizadas puede regarse a través de la sangre provocando una meningococemia que si no se diagnostica y trata de modo rápido puede alcanzar una mortalidad por encima del 60%. La madre llevó su hijo a tiempo, quizás al sitio indicado, pero a las manos equivocadas. La incapacidad facultativa para diagnosticar de forma correcta y oportuna la afección, dio lugar a que no se administrara una terapia efectiva produciéndose una evitable muerte prematura.

El cielo está lleno de angelitos dominicanos idos a destiempo. Es hora de reducir esa penosa y vergonzosa e innecesaria cuota de exportación celestial.

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