Muerte materna en adolescente

Muerte materna en adolescente

Prefiero que sea Joan Manuel Serrat quien inicie este escrito destinado a sacudir de asombro a los que ignoran la realidad del sur dominicano: “Si la muerte pisa mi huerto/ ¿Quién firmará que he muerto/ de muerte natural?/ Quién voceará en mi pueblo?/ ¿Quién pondrá un lazo negro/ al entreabierto portal?”.

 La historia que narro es difícil como diría Silvio Rodríguez, es una historia enterrada. Llamaremos a la protagonista Juana y le pondremos como apellido La Del Sur. Ella nació en San Cristóbal cual flor en primavera y vio sus pétalos marchitarse para siempre a los quince años al inicio del otoño. Su primera y única semilla hizo su aparición al mundo en el legendario pueblo de Azua.  Al igual que la mayoría de nuestras parturientas, alumbró en un hospital. Tuvo un puerperio patológico a consecuencia de una enfermedad hipertensiva del embarazo.

Convulsionó  y perdió sangre, siendo trasladada en condiciones críticas a otro hospital en la capital. Leer la narrativa del expediente clínico de la hoy occisa nos recuerda el libreto de una trama de terror. Los facultativos que la atendieron en Santo Domingo escriben en dicho protocolo que la enferma desarrolló una creciente  dificultad respiratoria que ameritaba oxígeno pero que en ese momento no disponían de ventilador para administrarlo ya que los dos existentes estaban siendo usados en otros pacientes en iguales condiciones de gravedad. En fin, cuando vino a aparecer el sombrero ya lamentablemente se había perdido la cabeza.

El examen de autopsia reveló la presencia de restos placentarios en el útero, una infección en el canal de parto, amén de todos los signos clásicos de una eclampsia. Pocas necropsias conmueven tanto al pro sector como ocurrió en el presente caso. Sacude al espíritu contemplar el cuerpo sin vida de una jovencita que cursaba el momento más hermoso de la adolescencia quien, paradójicamente, trayendo al mundo otra vida, pierde la suya.

Quinceañera expresaría Thalía  en la canción; pero Juana, tu no podrás tararear: “Ahora  despierta la mujer que en mí dormía/ y poco a poco se muere la niña/ empieza la aventura de la vida/ Ahora me enciende como un sol, la primavera/ mis sueños se convierten en promesas/ me cambia el corazón de quinceañera”. ¿Por qué hemos de vivir esta tragedia humana cuando se trata de una muerte evitable? La nación tiene deudas históricas con el pueblo azuano; el 19 de marzo es batalla que cada año se nos refresca. Sin ese triunfo hoy no hablaríamos de República Dominicana. Pero faltan otras batallas por ganar en la guerra por la vida.

Urge aumentar la capacidad médica resolutiva en nuestras comunes cabeceras y municipios. Esta paciente debió ser manejada localmente todo el tiempo sin necesidad de un traslado. Debemos capacitar y actualizar el personal de salud, conjuntamente con la adquisición de los insumos y equipos requeridos para una práctica médica eficiente, efectiva, oportuna y humana en el lugar más cercano a donde reside la gente.                        

Ahora que el sur tiene un Presidente para todos los dominicanos, debe ser cosa del pasado las futuras defunciones de quinceañeras como Juana La Del Sur. ¡Manos a la obra!

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