Muerte por inanición

Muerte por inanición

Conocíamos a Cuchito desde chiquito. Su papá, don Cucho, era conocido en el barrio por ser súper popular; era centro de tertulias en colmados; chistoso y conversador porque leía 3 periódicos y oía 5 programas “interactivos” de 8 de la mañana a 4 de la tarde.
Cuchito, al igual que su papá, era muy popular; gordito, súper (o sobre) nutrido, debido a que su padre hacía fabulosas compras en los supermercados y las sacaba de su carro (de modelo no muy atrasado) con aparatosidad, en horario que los vecinos pudieran verlo. Para los días de Reyes los juguetes de Cuchito atraían a todos los carajitos del barrio y sus fiestas de cumpleaños las recordamos todos porque contrataban carpas, muchas sillas, grupos de animación con payasos y los refrigerios, bizcochos y comidas eran abundantes.
Don Cucho tenía habilidad especial para imitar a los ricos y por eso Cuchito siempre fue el riquito del barrio, apoyado en la talentosa labia de su padre para tomar dinero prestado, quien así acumuló deudas monstruosas en su trabajo, con los amigos más pudientes del barrio, en dólares con familiares y allegados que venían del exterior y en tarjetas de crédito que motivaron a los bancos a iniciar procesos judiciales que, juntamente con la presión y extorsión de rudos prestamistas, lo convirtieron en prófugo que nunca fue localizado.
Cuchito y los demás familiares comenzaron a pasar hambre; él rebajó enormemente hasta parecer un enfermo de cáncer terminal y finalmente fue hospitalizado muriendo de inanición.
Esta alegoría está inspirada en nuestra deuda externa: don Cucho representa al gobierno, Cuchito al pueblo y el barrio es el país. ¡Por Dios, deténganse!

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