Muerte y renacimiento

Muerte y renacimiento

Hace muchos años tuve oportunidad de visitar varios lugares de las costas de Normandía por donde los países aliados iniciaron la invasión a Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Estas playas, y algunos acantilados, constituyeron el teatro de la gran Batalla de Normandía en 1944. Cada una de estas localidades tuvo un nombre en clave militar. Uno de ellos, llamado “Sword Beach”, está entre las poblaciones de Saint Aubin sur Mer y Ouistreham. Era un sitio fortificado por los alemanes. Incluso dentro de las aguas de la playa tenían “bunkers”. A los turistas les muestran el interior de un “bunker” donde vigilaban con ametralladoras los soldados alemanes.

Las lanchas de desembarco llegaban, justamente, frente a esos “bunkers” artillados. Al ver las posiciones de los invasores y de los defensores, pensé que la mortandad debió ser enorme. Entré en la playa, mojándome los pies, para ver mejor la perspectiva que abarcaban los soldados escondidos dentro de la fortificación. Y temblé al imaginar la lluvia de proyectiles que recibirían las tropas que se aproximaban en barcazas. De golpe, me invadió el sentimiento de peligro, la indefensión y el drama terrible de aquellos soldados británicos que invadían “el día D”. La guerra es algo tan espantoso, que no se comprende cómo el hombre recurre a ella una y otra vez.
Al salir de la playa, con la imagen rememorada y reconstruida de la invasión, di la espalda al Océano Atlántico y miré hacia el pueblo de Ouistreham. Hacía frío y soplaba el viento; levanté la cabeza y pude ver, a través de un cristal, el interior de una casa modesta. Estaba la mesa puesta sobre un mantel de cuadros, había una canasta con pan y, en el centro, una botella de vino. Los que iban a cenar esa noche lo harían frente a un trozo de mar que se llenó de sangre hace setenta años.
El escenario normando de la Segunda Guerra Mundial incluye un cementerio donde fueron a parar los paracaidistas que debieron apoyar a la infantería; un lugar tristísimo. Todos los años acuden ex-militares alemanes que estuvieron allí en junio de 1944. Son viejos vacilantes, con ojos lacrimosos, que se cuadran en atención; ellos lucharon contra Eisenhower y Montgomery.

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