Con suma frecuencia recibo llamadas telefónicas en las que escucho voces sollozantes algo difícil de descifrar a causa del llanto, pesar e incertidumbre que acompañan a las mismas. Usualmente las personas quedan aturdidas y paralizadas cuando descubren que un ser querido al que suponían saludable y contento, de repente lo contemplan transformado en un cadáver. La primera reacción suele ser de duda y negación absoluta a la realidad contemplada por sus ojos.
Una vez que se recuperan del espanto se suele acudir a buscar ayuda, modernamente mediante el uso del teléfono celular. Tiende a generarse una cadena de voluntarios dispuestos a asistir al doliente amigo o familiar para empezar el proceso de manejo de la persona fallecida. Se espera la llegada del médico forense para que realice el levantamiento del cadáver. La población desconoce que cuando se trata de una muerte natural, es decir, que no es un hecho de sangre, ni de un accidente casero, una intoxicación, ahorcadura o un envenenamiento, entonces un médico general o especialista está facultado para llenar el certificado de defunción, de modo que la funeraria pueda retirar al fallecido, sin tener que esperar incontables horas de angustias antes de que haga acto de presencia el legista.
Suele suceder que inescrupulosos intermediarios aparecen a manera de aves de carroña, tipo buitres dispuestos a nutrirse de la desgracia de una familia, extorsionando a los dolientes mediante un cobro oneroso para diligenciar la asistencia del perito médico legal. En caso de un paciente afectado por una enfermedad crónica como puede ser una demencia senil, un cáncer terminal, una parálisis general, insuficiencia renal crónica, u otro mal fatalmente progresivo e irreversible, el galeno tratante está facultado para completar el formulario de defunción, evitando así una amarga espera, antes del traslado del fenecido a la funeraria. Puede incluso tenerse bajo resguardo el documento parcialmente lleno para finalmente completarlo al momento de la muerte.
Reitero, en los casos de individuos diabéticos, hipertensos, epilépticos, o con insuficiencia renal tratadas con diálisis basta con que un médico ordinario llene y firme la defunción.
Ahora bien, en situaciones en donde el deceso tiene lugar en el hogar, sin testigos, y sin que existan antecedentes mórbidos, amén de estar el individuo gozando de un perfecto estado de salud; sería prudente en esos casos, solicitar una autopsia médico legal. Cualquier señal o sospecha de violencia como causante de la muerte hace necesaria la presencia del forense.
Hay menos incógnitas y mas luces científicas en la determinación cronológica de la vida del embrión, feto y momento del nacimiento, lo que hace posible hasta programar la fecha del nacimiento. Algo muy distinto sucede con la muerte. Razón tiene el poeta Juan Antonio Corretjer, al que parodiamos cuando expresamos: “Sabe el hombre cuando y donde ha nacido, más no cuando y donde ha de morir”. Otro acierto es el de que hay pocas formas de venir al mundo de los vivos, mientras que existen miríadas de causas y mecanismos por los que fallecemos.
Debemos tratar de preservar la serenidad durante ese momento difícil en donde enfrentamos el reto de hacer aceptar la muerte de un familiar o amigo. Es una dolorosa y desagradable sorpresa ver convertido en cadáver a un hijo que momentos antes no hablaba de sus sueños y proyectos. Aún así, debemos sobreponernos hasta cumplir con valor esa amarga pero noble tarea que llamamos funerales.