Muguercia y el fin de un mito

Muguercia y el fin de un mito

La presencia en Cuba de dos dominicanas, las hermanas Ginez, durante los años 1580 y 1598 y la relación de éstas con los orígenes de la música cubana es un mito, una leyenda que aun en nuestros días es tomada como cierta por algunas personas ingenuas, desinformadas, o simplemente adictas a las bellas y sentimentales historias más que a la realidad que prueban los documentos.

La esencia mitológica de los personajes Micaela y Teodora quedó demostrada por el investigador Alberto Muguercia Muguercia en su obra ATeodora Ginés )mito o realidad histórica?@, publicada en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, en La Habana, en el número correspondiente a septiembre / diciembre de 1971, p. p. 53 85, y que en 1974 obtuviera Premio en el Concurso de Musicología Pablo Hernández Balaguer.

En dicho ensayo, Muguercia hace un estudio minucioso del origen de esta leyenda y muestra el carácter apócrifo de la crónica de Hernando de la Parra, primer documento en el que se menciona a Micaela, quien tocaba la Avigüela@ (sic) junto a otros tres músicos que tañían el clarinete, el violín y el violón. Según prueba Muguercia, dicha crónica es citada por primera vez en la historiografía cubana en 1845, en el AProtocolo de Antigüedades, Literatura, Agricultura, Industria, Comercio, etc.@ que editaba José Joaquín García, y no aparece ninguna otra mención de Ginez en los muchos documentos que del siglo XVI se conservan, por lo que sin dudas, y tomando en cuanta otras pifias, la tal crónica es una invención, probablemente, del propio José Joaquín.

La crónica de Hernando de la Parra fue reproducida acríticamente, con múltiples adornos, durante toda la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX por diversos estudiosos que investigaron los orígenes de las artes en Cuba. En 1857 Don José María Torre la cita en su obra ALo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna@; Antonio Bachiller y Morales lo hace en 1860 en AApuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la Isla de Cuba@; Serafín Ramírez, quien se considera el primer historiador de la música cubana, lo hace en su obra ALa Habana artística. Apuntes históricos@, que data de 1891; y en 1908 Emilio Bacardí Moreau, en ACrónicas de Santiago de Cuba@, quien deduce además que las Ginés formaban parte de Ala orquesta que también tocaba en las iglesias@. (sic).

[b]Fuentes Matons Aredondeó@ el mito.[/b]

Un músico e investigador tan renombrado y prestigioso como Laureano Fuentes Matons, organista por muchos años de la iglesia Catedral de Santiago de Cuba, cita la crónica de Hernando de la Parra en 1893 en su obra ALas Artes en Santiago de Cuba. Apuntes históricos@, agregándole múltiples aderezos y redondeando la ficción. En dicho ensayo Matons afirma que en Santiago de Cuba vivió una hermana de Micaela, llamada Teodora, quien tocaba la bandola; se toma la libertad además de cambiarle la ortografía al mítico apellido y en lugar de escribir Ginez, como aparece en la crónica de Hernando de la Parra, escribió Ginés, que es como se continuó escribiendo; le agregó también a la historia el dato de que en 1580 había en Santiago de Cuba Ados negras libres, naturales de Santo Domingo, nombradas Teodora y Micaela Ginés, tocadoras de Bandola@ (sic); y asegura que cuando la segunda marchó a La Habana, la primera se quedó en la ciudad oriental donde se hizo célebre.

Es Laureano Fuentes Matons, quien sin la menor prueba documental pone a volar su imaginación y afirma que fue ATeodora Ginés la primera celebridad musical de la Isla de Cuba@ (sic), y quien inspiró las tonadillas que se conocen como AEl son de la Ma=Teodora@, afirmación que durante el siglo XX fue repetida, y sazonada, incluso por intelectuales de la talla de Alejo Carpentier, quien retoma el mito en su obra ALa Música en Cuba@, publicada en Venezuela en 1946.

Entre las muchas observaciones que hace Alberto Muguercia para probar la falsedad e inconsistencia documental de la crónica de Hernando de la Parra están los anacronismos que esta contiene. El primero que salta a la vista es el lenguaje, que dista enormemente del castellano que se escribía en el siglo XVI; pero, sobre todo, el más macanudo de todos los anacronismos que se registran en Hernando de la Parra lo constituyen los instrumentos que dice eran tocados por los músicos de marras. De los cuatro instrumentos que se mencionan, el único que existía en el siglo XVI era la vihuela, puesto que el violín es un instrumento músico que apareció en 1700; el clarinete es una invención que se conoce entre los años 1690 y 1700; y el violón, que fue el modo en que se denominó el primitivo contrabajo de viola, es un instrumento músico que data del siglo XVII.

A pesar de las autorizadas voces que tomaron como ciertas las hazañas de las hermanas Ginés, Alberto Muguercia se adentró en una acuciosa investigación que le permitió enrumbar la musicología y la historiografía cubana por un camino más cierto, barriendo con toda duda respecto al carácter mitológico de las hermanas Ginés.

Sin embargo, los mitos tienen sus encantos, sobre todo si hay en su trasfondo cierto sabor a Amisterio@ o a cosa Abonita@ para ser contada, y es quizás por eso que algunos musicógrafos, aun tres décadas después de la publicación del contundente ensayo de Muguercia se aferran a la fábula como el principio de las artes en Cuba, y del hilo que unió culturalmente a las islas del Caribe, cometiendo así un craso error que sólo puede llevar a cualquier cosa menos a la comprensión cierta de nuestros orígenes culturales.

No es un mito el que une los destinos de estas islas, sino hechos históricos plenamente reales y susceptibles de ser documentados, el estudio de las causas que originan nuestra identidad cultural tiene que estar basado en las ciencias de la investigación y en el trabajo paciente y objetivo sobre todo si queremos sobrevivir culturalmente en estos tiempos de expansión imperial, eufemísticamente llamados de Aglobalización@ , y no en leyendas que se trasmiten de boca a oído. El mito de las hermanas Ginés pudiera ser Abonito@, pero nos separa peligrosamente de la realidad.

El autor es licenciado en Música por el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba, crítico musical, musicógrafo y contrabajista principal de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana desde 1991.

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