Para muchas mujeres, tener una pareja y procrear sus hijos dentro de un hogar tradicional es la mayor felicidad. Justo ese era el sueño de Santa, una mujer de 30 años quien tiene cinco meses de embarazo y cinco niños.
Ella vive con su padre, un envejeciente que perdió la visión cuando laboraba como segundo ayudante técnico azucarero en el Ingenio Central de Barahona, donde trabajó por 34 años de su vida, y todavía espera su pensión.
Al llegar a la casa de Santa, todavía se puede ver la motocicleta que utilizaba «Moreno», nombre con el que se refiere al padre de sus hijos, quien tuvo que irse de del hogar luego que fuera atropellado por un camión y quedara inhabilitado para trabajar.
«Él tuvo que irse porque ya yo no lo podía seguir manteniendo por las condiciones en que vivo», narra Santa, al precisar que su pareja se marchó a vivir con su familia debido a que ella tiene que dar prioridad a mantener sus hijos.
Explica que Moreno fue atropellado por un camión cuando trabajaba en la provincia San Juan, por lo que estuvo a punto de perder una pierna.
Con lágrimas en los ojos, sostiene que su situación de vida ha sido difícil en estos meses, lo que se hace evidente al observar que a la 1:30 de la tarde, momento en que peinaba a su niña de cuatro años para ir a la escuela, todavía «ablandaba» las habichuelas que acompañarían el arroz que cocinaría ese día para alimentar a sus hijos.
Esto lo hace luego de regresar del vertedero de Haina, donde bucea desde tempranas horas de la mañana, a pesar de estar embarazada, para poder obtener el dinero necesario para al menos sobrevivir.
Su rutina. Santa se levanta temprano para enviar dos de sus hijos a la escuela cercana.
Después se dirige al vertedero que queda justo frente a su casa, ubicada en una parcela que adquirió por 50 mil pesos, deuda a la que le restan siete mil pesos por pagar.
El origen de su tragedia. Esta mujer, marcada por la alegría y el optimismo pese a la precaria situación en que vive, cuenta que su compañero antes de sufrir el accidente que le inhabilitó, trabajaba para cubrir los gastos del hogar.
Sin embargo, luego de pasar por distintos hospitales del país y obtener el alta, cuando logró sanar la herida consecuencia del accidente, decidió que lo mejor era irse de la casa para no ser una carga más para Santa.
Y es que ella iniciaba su proceso de embarazo y ya tenía varios meses manteniendo el hogar con el dinero que recibe al vender los envases de plástico que recoge en el vertedero y que un señor, de quien no precisó el nombre, le compra a dos pesos la libra.
Una simple petición. «Lo que quiero es que alguien me ayude para terminar mi embarazo bien, seguir manteniendo a mis hijos y enviándolos a la escuela, pero sin ir al vertedero», manifiesta la joven, quien se desempeñó por varios años como empleada doméstica.
Un drama más. El padre de Santa, Altidol Nicolás Louis, quien no recuerda su edad, depende totalmente de ella, no solo para movilizarse físicamente, sino también económicamente.
«Yo he ido a reclamar mi pensión, pero no la he recibido», dice Louis al lamentarse por la situación que vive su hija, quien tiene que sumergirse, a pesar de su embarazo, en los desperdicios que llegan al vertedero, ante la mirada de sus compañeros, la mayoría hombres, y de su madre, quien también bucea en el lugar donde son llevados los desechos de ese municipio.
No ha consumido vitaminas. En cuanto a su embarazo, dice que se está atendiendo en un centro de salud cercano a su casa, pero agrega que nunca ha podido beber las vitaminas prenatales, indicadas para embarazadas, debido a que no cuenta con los recursos para comprarlas.
Señala que no ha podido alimentarse bien, debido a que no tiene ayuda, y que muchas veces pide prestado en el colmado más cercano a su casa.
Sus hijos. Santa explica que para ella lo más importantes son sus hijos, a quienes dedica todo su tiempo.
Afirma que luego de preparar el desayuno a los menores se dirige al vertedero a recoger los desechos con los que puede conseguir algún dinero para darles de comer.
Explica que a las 11:30 de la mañana va a su residencia, ubicada encima de una pendiente, entre los desperdicios del lugar, para preparar la comida en un fogón improvisado en la parte trasera de la vivienda, aún sin piso, y forrada solo de cartones y pedazos de madera.
Sin embargo, ningunas de estas particularidades de su forma de vida han apagado los deseos de progresar de Santa, quien manifiesta que para ella que sus hijos asistan a la escuela es lo más importante y por lo que sigue en el vertedero en medio de basura y desperdicios.
EL ZOOM
Solicita ayuda
Santa solicita ayuda para poder seguir sacando adelante a sus hijos. Si usted desea colaborar puede llamarla al teléfono 809-866-4155.
También puede llamarle si desea contribuir con algunos juguetes para los menores, debido a que no poseen ningún tipo de objetos con que ejercer plenamente su derecho a la diversión.