Mujer en traje de batalla

Mujer en traje de batalla

AHubo un tiempo dulce y perdido donde los días pasaban con tanta lentitud que parecían contener las cuatro estaciones del año. Ahora que la vejez me abrevia el sueño y suelo despertar antes del amanecer, cuando la calle se deja ver como un largo gato negro estirado bajo mi ventana, no es raro que intente dibujar en mi imaginación la figura de alguno de esos días@.

Inicio excepcional. Con grafía de mujer, con la historia verídica de una mujer de coraje, el escritor cubano Antonio Benítez Rojo interpreta con tono lírico y preciso una vida de AMujer en traje de batalla@. Debo confesar que no conocía a Benítez Rojo. Cuando acudí a la cena habitual convocada por Pedro Ramón López me fue presentado un viejo escritor cubano, del que nada sabía y que me disparó la imaginación porque su cabeza era un calco de Domingo Faustino Sarmiento. Como todos los años, esas veladas en torno a la Feria del Libro me reúnen con el mundo de aquí y el de allá. Lo que oí, y el préstamo de José Fernández Pequeño me abrió las puertas del paraíso. De un saque devoré las quinientas doce páginas y cuando adivinaba el final ineludible rogaba que el libro no terminara nunca, que no hubiera punto final y que Enriqueta Faber Cavent me siguiera contando casi como una copia repetida hasta la saciedad, la vida de una mujer que crece con cada traición, que lo vive todo a tope, sin artilugios, con autenticidad, con alegría, con pena y con lucidez descarnada.

Esencialmente AMujer en traje de batalla@ de Antonio Benítez Rojo es el relato auténtico de una mujer que se animó a vivirlo todo, a soportar la infamia, la cárcel, el atropello y el desamor, sin mentirse nunca y con una fidelidad a sí misma inclaudicable.

Como al pasar, hace muchos años en la memoria me quedó una frase que aparece en el libro de Leví Marrero, Cuba; economía y sociedad, donde escribe: AEl prejuicio que cerraba a las mujeres toda oportunidad de ejercer profesiones y oficios que la tradición reservaba a los hombres dramatizó la vida de una dama audaz y emprendedora que, vestida de hombre y graduada como cirujano, sirvió como militar en Europa sin ser descubierto su secreto, que vendría a ser revelado en Cuba en 1823@.

La historia es real y es la vida de Enriqueta Faber Cavent, que nació en Lausana, Suiza, en 1791. Súbdita del rey de Francia, contrajo matrimonio con un oficial de los ejércitos de Napoleón Bonaparte. Poco después de enviudar, decidió vestirse de hombre para estudiar medicina en la Universidad de París. Participó como cirujano militar en la desastrosa campaña rusa de 1812. Trasladada a España, cayó prisionera de las tropas de Wellington en la batalla de Vitoria, y en esa calidad sirvió como médico en el hospital de Miranda de Ebro. Después de la paz de 1814, decidió establecerse en el Caribe, primero en Guadalupe, y después en Cuba, donde practicó la medicina en el pueblo de Baracoa. Allí se casó con una mujer, Juana de León, firmando el acta matrimonial con el nombre de Enrique Faber. En 1823, al ser descubierto su verdadero sexo, se vio envuelta en un sonado proceso jurídico. Después de apelar a la Audiencia de Puerto Príncipe (hoy Camaguey), fue condenada a servir cuatro años en el Hospital de Mujeres de La Habana. Debido a su intento de fuga, fue expulsada a Nueva Orleáns con prohibición de residir en España o en cualquiera de los dominios españoles.

La novela abarca los grandes momentos que arrancan de la Revolución Francesa, de esa conmoción que significa Napoleón Bonaparte, su repercusión en el continente europeo y las consecuencias de cataclismo en América. Pero no sólo es la repercusión en los pueblos de ambos continentes sino los caminos que se labran en la vida de cada persona y sobre todo las consecuencias en el mundo de la mujer acostumbrada a las mordazas del rol sexual, al ostracismo, la inequidad y la marginación de objeto sexual.

Como tantos libros de la literatura universal, ese corazón de mujer que escribe con el puño de Benítez/Enriqueta reproduce las páginas de esas ancianas, que se sientan a recontarse la vida vivida, como condición inapelable para vencer a la muerte.

AMujer en traje de batalla@ es esa anciana sentada frente a la ventana mientras mira nevar en Nueva York, que recuerda su larga y accidentada vida y se asemeja a las páginas de memorias escrita por la anciana venezolana, en el libro inolvidable de Teresa de La Parra llamado Memorias de Mamá Grande.

Enriqueta Faber, rondando los ochenta años, acompañada de su bastón y de su doncella escribe y recuerda.

Dice: AMás de una vez me he preguntado qué razón me mueve a escribir. Si de algo estoy segura es que con ello no persigo ningún propósito edificante, cívico o educativo. Tampoco escribo para mejorar mi posición o para defender alguna causa; mucho menos por vanidad, ese defecto tan común entre la gente de las letras. Y sin embargo pienso que toda escritura persigue algún fin utilitario; es una suerte de plan de batalla para conseguir algún triunfo material o espiritual. Creo haber dado con la respuesta: lo hago por el placer de contar mis recuerdos, por engañosos que éstos puedan ser; el placer de sacar del olvido los rostros de aquellos que amé, de rescatar la magia de ciertos momentos, de revisitar mis asombros, mis dudas, mis ambiciones, mis errores y aciertos; el placer de barajar mi vida y echarla sobre la mesa coma las cartas de un solitario, el dos de espadas sobre el as, el cuatro de bastos sobre el tres, la expectación de colocar el último rey sobre la última reinaY Y aún más, escribo para que todo perdure más allá de mis días, vuele como una perseverante luciérnaga sobre un mundo cuyos rasgos ni siquiera puedo imaginar. Gracias a ti, quienquiera que seas, las aventuras y emociones que tienes a la vista brillarán durante las horas que demores en leerlas. Por un momento, hombre o mujer de otro siglo, tendrás la ilusión de mirarme a los ojos y de sentir mi corazón latir próximo al tuyo. ) Jugar a existir de nuevo? Porqué no. ) Acaso el más tenue de los fantasmas no representa una victoria sobre la muerte?@

Terminado de leer el libro volví a reemprender la lectura apasionante, me identifiqué con sus locuras, sus amores, sus desaciertos y tal como recomienda el escritor me emocioné con la historia de una vida que se multiplica en fantasmas tenues para ganarle una y otra vez de mano a la muerte.

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