Mujer narra peripecias para salvar sus 5 hijos de ríos

Mujer narra peripecias para salvar sus 5 hijos de ríos

POR LLENNIS JIMÉNEZ
LA CUEVA,  Villa Altagracia.-
Las lluvias se deslizaban entre las ramas del amacey y golpeaban con rudeza  las  caritas los niños, que abajo, al pie del tronco, se sujetaban con Ivelisse De los Santos.

Los pequeños gritaban por   el frío de la noche.

Se quejaban de las “picadas de animales” y del cansancio que les produjo subir la loma la noche del domingo 28 de octubre,  adonde corrieron para salvarse del desbordamiento de los ríos Duey, Haina y los cinco afluentes que los fortalecieron. Allí amanecieron los seis.

Partieron de la casa pasadas las 3:00 de la mañana. A esa hora, en el fondo de la comarca, los ríos destruían todo lo que encontraban y se tragaban a su padre. No tuvieron tiempo para el adiós.

Luis Pimentel murió sin despedirse de sus cinco hijos, en especial, de su pequeña de cinco años, que era su debilidad, mientras rescataba a su tía Eulogia Pimentel junto a tres miembros de su familia.

Con él, las aguas se llevaron los alimentos, las camas, las paredes que servían de protección para sus pequeños, el amor de su familia y la fortaleza de su mujer, que no sabe cómo salir de la tragedia que la marcó para siempre.

A casi tres semanas  de la tragedia y cuando se disponía a salir del refugio, con las manos vacías, De los Santos contó a este diario el milagro que le permitió vivir para contarla.

EL ADIÓS con sus iguales

El pasado viernes, a las 4:50 de la tarde, se abrieron las puertas de la Iglesia de Dios Pentecostal para su partida. Lo más pesado no era salir a la  calle Duarte del sector Básima, del templo donde fue acogida. Lo difícil le era enrumbarse al hogar con piso de tierra, que le fue prestado por un amigo en la zona de Quisqueya Verde, y al que  llegaría en la noche, sin enseres, sin un peso encima y con comida sólo para una semana.

Con sacos cargados de infortunios y de ropas viejas, De los Santos se separaba de seis de las 34 familias que la Iglesia de Dios acogió en su salón de cultos durante 20 días, con ayuda de Visión Mundial. Entre ratos exclamaba “¡Ay Dios mío!” y miraba a los jóvenes de la Cruz Roja que bajaban de la segunda planta las escasas pertenencias que le tocaban.

Estaba rodeada de sus hijos: Jorge Luis,  de 12 años; Rosmery, de 11 años; José Manuel, de nueve; Jefry, de seis, y Rosandy, la más pequeña.

Sin gestos y con el dolor reprimido por no haber podido darle sepultura al cuerpo de su marido, De los Santos relata que Pimentel salió a la una de la mañana en busca de su tía, de Juan Francisco, el marido de ésta y de los hijos estos: Euclides y Chavela, todos fallecieron.

Sola en la casa, lo primero que pensó fue en salvarse. Cargó a Rosandy, mientras los demás formaban una cadena, en medio de la oscuridad. El animal que le picó un pie en el trayecto a la loma, la enfermó durante varios días.

“Nos aguantamos en un tronco de amacey que mi esposo había cortado  hacían dos días. Yo creía que la tierra se iría porque estaba muy blandita. Solo pensaba en los que estaban peor que yo”, dijo.

De los Santos vio su casa irse con el río media hora después de estar en la loma. Lo primero que el río se llevó fue el cordel de ropa blanca. “Ahí, se me perdieron un poco las esperanzas”. A todo esto, creía que su marido estaba a salvo. Bajó al poblado a las 7:30 de la mañana junto a otras tres familias.

Cuando preguntó, le dijeron que él estaba vivo, pero al tercer día el cadáver fue identificado por la huella en la frente de la patada de un caballo y la marca del reloj de pulsera.

EMPEZAR DE CERO

¨Me preocupa todo¨, fueron sus últimas palabras. Se fue para la casita prestada sin nada con qué preparar la comida, porque el río le quitó los ocho sacos de arroz y RD$2,000 que guardaba en una alcancía.

“Mami, yo me quiero ir”, decía uno de los niños, ansioso por dejar el refugio de la iglesia Pentecostal. Se fue del albergue esperanzada de que un corazón noble le regale dos camas, algunas sillas, una estufa y un tanque de gas, lo necesario para intentar reconstruir su vida.

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