Mujer, ¿no solo maquillaje?

Mujer, ¿no solo maquillaje?

SONIA VARGAS
Cifras de investigaciones internacionales, sobre el poco avance de los hombres respecto a su compromiso en el ámbito de lo privado y la gestión de lo doméstico. Se calcula que en el mundo occidental en los últimos 20 años la implicación de los hombres en el trabajo doméstico progresó solamente en un 10 por ciento.

En Estados Unidos, las mujeres laboran fuera de su casa, como los hombres, efectúan 75 por ciento del trabajo doméstico y obtienen alrededor de media hora de ayuda diaria de sus compañeros o maridos. Se sabe también que los padres pasan cuatro veces menos tiempo que las madres con sus hijos e hijas. En cuanto al cuidado material de éstos (bañarlos, vestirlos, alimentarlos), en Francia una mujer asalariada consagra en promedio 42 minutos diarios a este cuidado y los hombres entre 6 y 10 minutos.

Mientras los hombres consagran más fácilmente tiempo para los juegos y la educación de su hijos, el lavado y planchado de la ropa, la preparación de los alimentos, la limpieza del hogar y particularmente de los baños y de la cocina sigue siendo mayoritariamente responsabilidad de las mujeres. ¿Por qué? Pues simplemente porque estas tareas son tenazmente aburridoras y consideradas así por la gran mayoría de la gente en todo el planeta. Sí, cuando cocinar es una tarea repetitiva, diaria y obligada, es aburridor.

Claro, a algunas mujeres, nos encanta cocinar –y, hoy día, a algunos hombres también–. La razón es lógica: no es una obligación, es un disfrute que rompe la rutina. Todo lo contrario del 80 por ciento de las mujeres que antes y después de largas jornadas laborales tienen que cortar, picar, freír (y freír comida a las 5 de la mañana, antes de tomar el primer bus, es casi un castigo, una especie de tortura). Y como lo ilustra Dominique Meda en su libro Le Temps des femmes, las mujeres no tienen el gen del lavado ni del planchado de la ropa. Tampoco demuestran una pasión devastadora por las tareas domésticas de limpieza y, sin embargo, la gestión de la vida cotidiana sigue siendo responsabilidad casi totalmente de ellas.

Y esto en todos los sectores sociales, aun cuando existirán diferencias evidentes, entre la vida de unas mujeres de estratos diferentes, casada, con hijos, que labora fuera de su casa pero que tiene alguna ayuda doméstica casa), la responsabilidad con el hogar es la misma, sin embargo, la responsabilidad de la gestión de la vida cotidiana sigue incumbiéndoles a todas.

En otras palabras, somos iguales a los hombres o más exactamente, nos hacen creer esto, porque tampoco es cierto- cuando se trata de producir y responder a la economía familiar en un contexto capitalista, pero esta igualdad se esfuma tan pronto empujamos la puerta de la casa. Nuestra igualdad depende de las horas del día y de las necesidades de una sociedad que nos pide, al mismo tiempo, modernizarnos en la plaza pública pero seguir siendo iguales en el patio de atrás. Una mujer moderna, afuera, y una buena madre tradicional, adentro. Una cultura patriarcal que pretende modernizarse sin tocar el corazón de sus viejos fantasmas, representaciones e imaginarios en relación con el lugar de lo femenino.

Después de todos estos compromisos, que tenemos frente a nuestra familia, a la sociedad, al trabajo, tenemos que estar bellas y regias porque una cosa que nosotras le perdonamos a los hombres es su fealdad, pero ellos a nosotras jamás…

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