Mujer o mujeres, individual o colectivo

Mujer o mujeres, individual o colectivo

Tahira Vargas García

El día de ayer, 8 de marzo, tiene una importancia histórica que apela a los riesgos del abordaje dual inclusión-exclusión de las mujeres y sus derechos.

En la perspectiva de la inclusión el aporte de mujeres sobresalientes en áreas importantes de la vida nacional favorece rupturas en el imaginario cultural que confina a la mujer hacia roles reproductivos y de cuidado desde la segregación sexista. Cada vez más se muestra el esfuerzo que hacen las mujeres de capacitación y profesionalización con doble y triple jornada y los desafíos de integración en la toma de decisiones de empresas e instituciones.

A pesar de estos logros continúan grandes barreras político-sociales y culturales que reflejan desigualdades en el acceso al poder, fuentes de ingresos y a un ejercicio pleno de sus derechos sexuales y reproductivos, laborales y libertad en sus expresiones identitarias, entre otros…

La mirada a la mujer “sobresaliente” “meritoria” corre el riesgo de dejar en las sombras a las mujeres como colectivo.

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El sentido de colectividad está impregnado en el accionar de las mujeres, se intensifica en la cultura popular y se hace presente en las situaciones de vulnerabilidad, riesgo y violencia. Las redes informales de mujeres trascienden el ámbito de “familia” hacia tejidos con distintos rasgos y caracteres impregnados de: amistad, solidaridad y apoyo desde ámbitos laborales, territoriales, vecinales y transnacionales que tejen las mujeres migrantes hacia lo local. La solidaridad y apoyo entre mujeres desde estas redes informales se muestra en:

Casos de enfermedad

Acompañamiento educativo

Cuidado de niños y niñas

Cuidado de personas adultas mayores y personas con condiciones de discapacidad. Embarazos no deseados- abortos informales. Abuso sexual. Violencia de género

Orfandad por feminicidios

Centros penitenciarios-mujeres privadas de libertad

Los vacíos de servicios de apoyo psicoafectivo y salud mental hacia adolescentes y mujeres víctimas de violencia física y sexual se convierten en tareas de redes de mujeres con relaciones primarias. Estas relaciones colectivas fortalecen la cohesión social en las comunidades, pero se afectan con discursos estigmatizantes bañados de juicios de valor, rivalidades y competencias entre mujeres. Escisión en la que juegan un papel importante las religiones y los supuestos “valores morales” que dividen a las mujeres entre las “serias” y las “putas”/ “cueros”.

El sentido de colectividad de las mujeres está amenazado por las negaciones a los derechos sexuales y reproductivos en los que se le impide el derecho al placer y a las decisiones sobre su cuerpo. El cuerpo de las mujeres se convierte en objeto continuo de juicio y sanción pública donde el patriarcado juega un papel importante para debilitar el sentido cooperativo que emana de su interacción social.